Categoría: Crónicas del sacacorchos

  • Copias

    Copias

    Mary Shelley -hace unos años-  escribió el moderno Prometeo o cómo es más conocida, Frankenstein. La novela va acerca de un doctor suizo, Victor Frankenstein, que crea un monstruo a partir de retazos de otros humanos. No es nada nueva la afición del ser humano de intentar dar vida o replicarla a partir de cosas ya extintas, muertas, o incluso mediante la clonación. Si vemos las experiencias hasta la fecha, el fracaso es estrepitoso. Veáse el caso del mismo Frankenstein, La isla del Doctor Moreau o la gran obra científica Yo, robot . También en el séptimo arte hemos podido comprobar cómo el ser humano está abocado al fracaso en estos intentos de jugar a ser Dios. O que se lo pregunten a John Hammond acerca de su estimado Jurassic Park.

    Aunque el tema que nos trae hoy aquí, el vino, no es exactamente igual al de la creación de vida. Hace poco, en un artículo de La Vanguardia, salía una noticia con este titular: Llegan los vinos de imitación. En este artículo se habla de que una empresa de Colorado, más en concreto Colorado Replica Wine, promete al comprador una experiencia nueva. Vinos increibles a precios económicos.  Prometen la clonación de grandes vinos (en el escrito pone caldos, palabro que aborrezco hasta la saciedad) de precios desorbitados para así bajar su precio y llegar a un sector más amplio. Vamos, lo que vienen siendo los perfumes a diez euros de los lineales. A bien seguro los conocen. No es una cosa que me haya hecho poner el grito en el cielo ni tampoco rasgarme las vestiduras. Más bien lo veo como una quimera. En el mismo artículo, y ahondando en sus teorías, nos cuentan cómo harán estos vinos. Una especie de gincana organoléptica, en la cual resumen a moléculas los procesos químicos que nos aportan aquel u otro aroma. Digamos que serían los romanos de Asterix tratando de copiar la fórmula de Panoramix.

    La empresa Colorado Replica Wine, promete al comprador una experiencia nueva, vinos increibles a precios económicos, clonación mediante

    Entonces, ¿por qué si estoy tan seguro de que este inventillo es un enorme error, que no se pueden copiar estos vinos, sigo dando la murga? Aquí voy con el speach.

    Primero de todo, si habéis leído el artículo, los mismos creadores mencionan que serán capaces de replicar el vino en cuestión en un 90%. Perfecto. Se podría decir que es una tasa de acierto enorme. Sí, pero no. Me vais a permitir que, para explicarme, recurra al símil con Gataca, enorme fábula del séptimo arte, donde la humanidad se permite el lujo de crear humanos con unos perfiles sociales ya marcados en el adn. Es decir, personas modificadas para que en su vida la tasa de acierto sea enorme. Se da el caso, la paradoja, de que uno de los personajes principales (un Jude Law como siempre espléndido) es un chico modificado para ser un atleta de élite. Con lo que no cuenta nunca nadie, lo que el ser humano nunca ve, es el factor externo. Un accidente de coche y una vida truncada por una lesión incurable, y el personaje de Law queda postrado a una silla de ruedas. He aquí ese 10%. Se debe entender que un 10% de este factor, el entorno, es capaz de modificar un vino del todo. Pero voy mas allá.

    El alma. Yo paso de decir la magia del vino, porque eso es muy de Howgarts, y ya no estoy para niños con bufanda que pillan rabietas con calvos insoportables. Para mi el alma es aquello que diferencia a un vino. En ella podríamos tener el factor ambiental, pero para mí hay uno más condicionante, el humano. Esa parte de Gepeto que tiene el viticultor. Sí, Gepeto, el Victor Frankestein de la ebanistería. Pero en este caso, los viticultores serían algo más parecido al cariño del deseo de Gepeto. Ese de insuflar vida a algo, no por soberbia, sino por amor y pasión. Eso son los viticultores. Gente que se pasa de sol a sol durante un año para conseguir transmutar un fruto en un líquido. En esa transmutación es donde ellos ponen el alma. Eso muchas veces se ve reflejado, y es imposible de replicar. ¿Por qué? Lo sé. Simplemnte lo sé. Pero vayamos mas allá.

    Vamos a esos singulares vinos de grandes marcas, de prestigiosas bodegas que cuidan sus viñas para producir, en cantidades desorbitadas, vinos increíbles. ¿Cómo no vamos a imitar ese vino, si es un producto increíble, pero un producto a fin de cuentas? Fácil. El tiempo. Ese incunable que nos sucede a diario y que también afecta al vino. De manera que si un vino está sometido, en una barrica concreta, a unas condiciones de luz, humedad diferentes de las que estaría en otra, si esas barricas, que han sido ellas mismas un ser vivo, ya funcionan cada una de una forma diferente, ¿cómo vamos a imitar el paso del tiempo de todo este conjunto, de esa maravilla que viene a ser un vino añejado?

    El viticultor tiene una parte de Gepeto, con su deseo de cariño, ese insuflar vida y alma a algo por amor y por pasión. Eso es el alma de un vino y algo que no se puede replicar

    ¿Creen realmente que alguien puede imitar las maravillas que se suceden en Hungría, o en las bodegas de Vega Sicilia? ¿Es posible copiar los vinos de mi buen amigo Toni de La Salada? ¿Es posible con los vinos de Jerez, con Poniente, Levante, cotas diferentes…? ¿Creéis posible siquiera imitar un Tío Pepe?

    Tomemos, por ejemplo, la bodega Gonzalez Byass. Hace unos diez meses, puso dos medias botas y un barril de palo cortado en el buque escuela Elcano, para imitar los vinos que hacían la travesía a las Américas. Estos vinos servían de lastre e iban geniales para la navegación. También a los vinos les iba fenomenal, ya que el mar les era favorables. Ahora, Gonzalez Byass recupera esta tradición. Entonces nos preguntamos, ¿este vino acabará siendo tan bueno como aquellos? Difícilmente lo será. Por una sencilla razón. Ahora la travesía dura 10 meses, ida y vuelta. Algo muy parecido a aquella época (no a la proeza realizada por Elcano, que dio la vuelta al mundo). Pero el barco no es el mismo. El actual buque escuela, es un barco estilizado, evidentemente más acondicionado a las actuales comodidades marítimas, cosa que diferencia a la nao o carraca como se le que considera ahora, que llevó a Juan Sebastián Elcano. Todo esto ya es de por sí suficiente para que el vino, que llevaban allá por el 1519, sea totalmente diferente al de ahora.

    Todo esto es para dar a entender que un 10%, en el mundo del vino, dependiendo de cuál sea, es un margen de diferencia enorme. No obstante, tampoco me quiero ir sin dejar esta reflexión. ¿Es importante poder decir que has bebido un vino casi exactamente igual a otro, por un mil por ciento menos de su precio? ¿Realmente eso es lo que queremos? Yo, a título personal, sigo sin probar vinos enormes, porque mi economía no me lo permite y, ojo, sigo tan tranquilo. Es más, si me ofrecieran por 20 euros probar una imitación de un Château d’Yquem, pongamos por caso, prefiero gastármelos un Tokaji más asequible y disfrutar enormemente.

  • Desaprender

    Desaprender

    Durante uno de los servicios de esta semana, me vi diciendo esto a un cliente: “… y este vino es como un chiquillo en verano, que corre por un campo sin parar, con esa alegría de las vacaciones.” No me avergoncé, pero sí me quede pensativo. Por segundos claro. Hay que reaccionar con una sonrisa. Estás de servicio. Quizás últimamente piense mucho. Tener una sucesión de cambios repentinos en tu vida, que la ponen del revés y vuelven a resituarte, es lo que tiene. Qué piensas.

    He pensado en mi anterior y actual pasado. He vuelto a pensar. He pensado en lo mucho que este mundo del vino me ha enseñado. Lo aprendido, mucho, en un camino de poco más de año y medio y, he empezado a desaprender.

    Lihn Nguyen

    Durante otra conversación con mi hermano, le pregunté si había cambiado de perfume. En efecto, había cambiado. Qué lo hubiera adivinado le causó impacto y risa. Me preguntó que cómo lo sabía, algo. Quería saber exactamente el por qué. Le respondí que había cambiado hacia un perfume de alta gama, lo que suscitó su siguiente pregunta. Qué cómo podía saber eso. Para mí era fácil, los perfumes de alta gama suelen ser más fuertes en general y suelen utilizar un tipo concreto de “guía” olfativa. Así que me retó a que le dijera la marca, acepté y le dije tan sólo dos marcas de margen. Acerté. Dior. Se rió de mi, y mirando al cielo con la nariz me dijo: «Eres un sabueso».

    Me recordó a alguien muy cercano a mi, que siempre me ha dicho eso mismo. «Eres como un perro, todo el día olisqueando…» Muchos de mis amigos también me lo dicen. Incluso me he encontrado yo mismo oteando el horizonte buscando el rastro de un olor interesante.

    Este pensamiento viene al hilo de una conversación. Hablando de hortalizas, y sobre todo de frutas, salió a colación mi niñez en el pueblo. Nací en Sant Vicenç dels Horts. Pueblo que antiguamente era y según me dijeron, la huerta de Barcelona. Mi interlocutor me comentó que surtía de verduras, hortalizas y frutas a Barcelona. En ese pueblo es donde he crecido, donde pasé mi niñez y se crearon mis recuerdos. Sí, somos un sinfín de recuerdos. En mi caso olfativos.

    Durante años, he tenido la peculiar y grata cualidad de recordar cosas a través del sentido del olfato. No creo que sea el único, pero sí es algo poco normal en mi familia. En realidad incluso va ligado a una memoria casi fotográfica del momento. Pongamos, por ejemplo, una vez que rememoré con mi padre, un viaje a un puerto donde fuimos a pescar una vez. Según mi padre era  imposible que me  acordara, era demasiado pequeño. Al decirle cómo era todo aquello, descripción del lugar, puente, calles y los familiares que fueron, se quedó asombrado ya que él ni se acordaba. Esto con los olores me pasa. Para mi a veces es un juego. Otras es el mayor de los regalos. Poder evocar en mi memoria recuerdos ligados a esos olores. Me explico. Soy capaz de evocar el olor del ozono, el olor que siempre, desde pequeños, mi hermano y yo le damos al olor que traen las tormentas de verano. No sé si es verdad o mentira, pero decíamos que el ozono baja con estas tormentas y huele así. De esta forma, puedo recordar un verano de agosto. Nos fuimos a dar una vuelta y ese olor apareció. Tras él, una repentina masa de nubes negras gigantes. Fuimos a casa y desde el terrado contemplamos como se iba formando y como de cargado estaba el ambiente. Al final rompió la tormenta. También puedo traer dolorosamente el olor de mis perros, dolorosamente, porque los he perdido con el cambio. Es el mejor olor del mundo, estrechar a esos pequeños locos y que se inunden tus fosas nasales de su cariño. Duele y reconforta por partes iguales. Y así, con el mar, los ríos, el musgo, el jazmín… Un sinfín de olores. Luego hay otros que se me han resistido y eso me jode. No poder traer el olor de casa de mi abuela, el de su sonrisa… pero si el de sus sopas. Toda esta amalgama de sentidos y sentimientos llegaron a llevarme a una decisión. Desde hará ya unos cuantos meses, decidí no beber un vino haciendo cata exhaustiva. Sí. Me aburrían. Es un quién es quién regulero.

    Así que decidí desaprender. Llevo un tiempo disfrutando de una copa de vino por el simple y mero hecho de beberlo.

    Me explico. Esto sucedió durante las catas que yo daba. Veía que la gente se divertía más gracias a las anécdotas de vinos y elaboradores, que no catando un vino y desnudándolo hasta la partícula atómica. Las notas se aprendían mejor haciendo símiles con recuerdos. Esto para mí era muy fácil de analizar, ya que daba dos o tres catas por mes. Me fije en esto y me asaltaron las preguntas de siempre. Pensad que hacer una cata exhaustiva del vino, es profesionalizar un gusto.

    Zacariah Hagy

    Estamos para aprender sí, pero también para beber.  Así que decidí desaprender. Llevo un tiempo disfrutando de una copa de vino por el simple y mero hecho de beberlo. Está claro que algún análisis de algún vino se ha hecho. Pero los he intentado beber y disfrutar sin desgranarlos. Es por esto, que ahora me veo hablando con los clientes haciendo referencias a la bodega, bodeguero, al lugar donde se hace y haciendo símiles rimbombantes sobre chiquillos correteando por el campo lleno de flores. Porque siempre he dicho y diré que en la comunicación del vino se ha errado mucho. Yo el primero. Ya que me olvide hace ya tiempo que, primordialmente, la primera letra que escribí un día en un sitio público fue por mero y puro disfrute. Porque un buen amigo con el que me juntaba, con el que disfrutaba de una buena copa de vino me dijo. Haz un blog de estos vinos baratos tan buenos. Pero lo que perdí con el tiempo, lo que se quedó en el olvido fue el final de cada artículo de ese blog:

    ¡Disfrutad del vino, porque yo ya lo he hecho!

    Exactamente ese «porque yo ya lo he hecho», es lo que quedó en el olvido. Es imposible hacer que la gente vea el mundo como tú lo ves. La ecuación es sencilla. Nacemos con el don del olfato y lo perdemos porque nuestra sociedad está diseñada para perderlo como animales. También es imposible mostrar un mundo como el propio, ya que es un imaginario ligado a recuerdos, a puertas que puedes abrir con tan solo girar una maneta y traer esos aromas para reencontrarte. Entonces, ¿qué nos puede quedar? Es sencillo y lo tenia en mis narices. La pasión. La pasión por un mundo que en general me hace disfrutar como pocas cosas en él. Así que toca desaprender, toca volver a las raíces y toca seguir errando y reconduciendo. Pero ante todo, toca beber, disfrutar y compartir. Compartir el vino entre amigos, familiares y extraños, ya que es uno de los agentes sociabilizadores más preciosos que conozco.

  • Lagravera y la biodiversidad

    Lagravera y la biodiversidad

    [ms_divider style=»normal» align=»left» width=»100%» margin_top=»30″ margin_bottom=»30″ border_size=»5″ border_color=»#dd3333″ icon=»» class=»» id=»»][/ms_divider]

    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]H[/ms_dropcap]ace algunos años, el tema de una cata llamó mi atención, vinos biodinámicos. Por aquel entonces, había escuchado bastante poco sobre lo que hoy resuena en múltiples lugares y es unos de los temas estrella dentro del mundo del vino, pero recuerdo perfectamente que uno de los vinos de la cata era de la bodega Lagravera.

    Ha pasado ya algún tiempo, pero los vinos de este proyecto situado en Alfarrás (Lleida) han ido a apareciendo en algunas cartas de restaurantes con criterio y con gran relación calidad-precio.

    Hace algunas semanas mi amigo Fredi de Vinus & Brindis de la calle Calaf en Barcelona, una tienda con barra de vinos que os va a descubrir un mundo, me dijo: “Tengo algo que te gustará”. Me conoce muy bien y, ante tal  insinuación, sabía que se escondía una verdadera proposición. Así que era inevitable que me pasara a conocer lo que quería que averiguara. No te puedes enfrentar al destino.

    ¿Quiénes somos?

    Si buscáis Lagravera, encontraréis que se definen como una bodega donde fauna, flora, tierra y cosmos trabajan en consonancia, y que nació el 2009. Si lo analizamos parece del todo lógico. Si nuestro proyecto vive de la tierra en la que crece, los animales y plantas forman parte de este ecosistema que, sin darnos cuenta, está totalmente influenciado por el tiempo que haga. ¿Por qué definirnos de una manera tan lógica? Pues porque, como decía uno profesor mío ,“el sentido común es el menos común de los sentidos”, y por esta razón muchos proyectos han perdido esta esencia, estas raíces y la conexión con los elementos más lógicos y necesarios han pasado a un segundo plano.

    Lagravera lleva esto un poco más allá y tiene una línea de mayor producción, pero des del 2012 elaboran una línea más experimental que les permite probar todo aquello que se les pasa por la cabeza o que quieren ver cómo puede evolucionar. Nace así La Pell.

    Lagravera

    ¿Qué queremos?

    Quisieron empezar con tres elaboraciones. Tenían inquietudes, pero eran tan grandes que de tres pasaron rápidamente a elaborar siete. Si las llamara microproducciones, estaría mintiendo, porque de alguna de ellas tan sólo hacen 33 botellas, por lo tanto creo que nos estaríamos moviendo en algo más pequeño que nanoproducciones. La emoción con la que hablan de ellas, te deja claro porqué lo hacen: les hacen ponerse a prueba continuamente, ser más exigentes consigo mismos, pero a la vez tienen una gran recompensa porque son muy agradecidas.

    Sus suelos de rocas, sedimentos de fósiles y algo de arcilla, pero lo más interesante es la vida que se genera en esa tierra. Si hablamos de viticultura, hablaríamos de biodinámicos convencidos, como Sergi comenta y sonríe diciendo que “es de locos, pero está bien”. Se autoabastecen de sus propios preparados y basan siempre su trabajo en la prevención, la fitoterapia como alternativa a unos suelos sanos.

    Tienen clara su filosofía, son del todo o del nada. Ahora mismo en el proyecto cuentan con 20 hectáreas, pero productivas sólo 12,5, lo cual quiere decir que no elaboran vino con todo lo que producen, y que con gran parte de ellas están en pleno estudio de crecimiento y multiplicación. La zona a la que pertenecen, y la denominación que les acoge es la DOP Costers del Segre, una zona vinícola que había contado en el pasado con más de 100.000 hectáreas de las que  ahora apenas quedan poco más de 4.000. Este dato resulta imprescindible en su línea a seguir. Es súper importante conservar lo que queda e intentar que vaya creciendo poco a poco.

    Sergi de Lagravera

    ¿Cómo lo queremos?

    Su obsesión: las viñas viejas e investigar todas aquellas variedades que viven en ellas. Estudiar en profundidad aquellas que son totalmente desconocidas y la muestra más obvia está en los vinos que nos dejaron probar esa noche.

    Hay una pregunta que está en el ambiente, esperando a que alguien la haga y por supuesto sale ¿Por qué La Pell? Evidentemente se escapa una risa, todos esperábamos una respuesta inmediata: porqué nos dejamos la piel (risas y risitas), pero lo que más me interesa es la segunda respuesta, la clave de todo. Dice Sergi, que la viña es tan vieja, tan anciana que el tronco interior está vacío. Como si no hubiera vida, trabajan lentamente sus pequeños brazos dejando que su tronco sólo tenga una pequeña piel.  Esta viña la descubrieron en el 2012, y en su menos de 1 hectárea a 500 metros, encontraron 24 variedades, algunas desconocidas.

    Su idea es investigar cuáles son estas variedades e injertarlas en nuevas viñas para su reproducción. En otras viñas han encontrado hasta 10 variedades, así que tienen trabajo que hacer y por largo tiempo. La microbiología es indispensable para seguir este trabajo. Hay que estudiar a fondo cualquier detalle que afecte a su evolución. Nos sonarán garnacha blanca, xarel.lo, picapoll, macabeo, monastrell, pero habrá otras que nos suenen menos como el trobat, el hebén, el sumoll blanc o la isaga.

    Lagravera

    Déjame probar y seguimos

    Probamos cuatro de sus siete elaboraciones. Normalmente no hago notas de catas de los vinos de los que hablo, prefiero centrarme en el proyecto, pero en esta vez me permito esta licencia, porque son tantas las sensaciones y los matices, que no quiero dejar de verbalizarlos, porque en cierta manera es como volverlos a tener presentes.

    Empezamos con La Pell espumoso, añada 2015. Chispas de cítrico con un ligero toque dulce. Un brioche denso y bien cocido. Mantequilla y manzanilla, pero también melocotón de viña del que acabas de coger del árbol. Carbónico muy integrado, un poco de sidral de limón. Recuerdos de meriendas viendo los dibujos en casa. Una suave fragancia de lemon pie y el recuerdo de la capa crujiente (algo tostada) de la parte superior que estamos deseando romper. Algo de espuma, de mouse cítrico. Pequeñas estrellas de mar en la lengua, subiendo y bajando ligeramente en la boca. Estamos delante de un método tradicional que parece ser un monovarietal de la variedad trobat (o turbat cómo dicen otros). A partir del 2017, la elaboración será ancestral. De esta maravilla hay 358 botellas.

    Lagravera

    Pasamos al Orange 2017, vamos bajando en producción, tan sólo 120 botellas. Encontramos vida en la copa, de manera literal. No sabemos exactamente que tenemos delante, pero nos parece una mezcla entre un zumo de naranja dulce recién exprimido, algo de mermelada de naranja amarga, pero también algún recuerdo de fruta de hueso, algo de albaricoque quizás. Este orange wine, es de sumoll blanc y pasa 5 meses en ánfora, de los cuáles entre uno o uno y medio con sus pieles. Evoluciona a un melocotón algo más dulce y jugoso. En la boca, nada de lo que podíamos esperar, es secante y salino, una auténtica joya marina. Me queda el suave recuerdo de aquellos melocotones de golosina que eran mitad de fresa y mitad de melocotón, lo esperabas dulce, pero al meterlo en la boca, el sidral te dejaba la boca completamente seca y ácida, una sensación de contraste muy definida de la que quieres repetir sin pensarlo demasiado.

    El tercero es el blanco La Pell Saviesa, mezcla de 12 variedades que conviven en la viña. Hay casi de todas menos xarel.lo y garnacha blanca. Me lo acerco, lo huelo y me digo a mi misma: si fueras un postre serias un toffee. Elegante y cálido a la vez, un aroma casi de nata, de caramelo recién tostado. Es un 2013, se divide en tres partes iguales y hace crianza en inox, ánfora y acacia. La versión 2014 tiene 14 variedades, hagan apuestas señores de cuántas podría contener las posteriores. Cómo secreto os contaré que no os dejéis engañar si compráis una botella e indica macabeo, os estoy diciendo la verdad.

    Acabamos con algo tan increíblemente fresco que me río sólo de pensar en la descripción de los vinos tintos que dicen que la estructura y la potencia forman parte de su ADN. Aquí tenemos 10 variedades, pasa 10 meses en ánfora y estamos ubicados en el año 2015. Tenemos delante El Pell negre. Auténtico perfume de flores, un cuenco de moras poco maduras, algo de regaliz rojo, un toque de regaliz negro, fresas del bosque recién cogidas, zarzamora puramente salvaje y un torrente de frescor en la entrada difícil de olvidar. Torrente fresco de un día de lluvia, algo de la tierra mojada que todos esperamos después de un caluroso verano, sensación de espacio sin límites.

    Lagravera

    Sergi nos comenta que al contrario de otros viñedos, en el suyo no hay grandes diferencias entre añadas porque lo más importante es la edad de las viñas. Son tan viejas, que la producción casi siempre es similar, y por supuesto muy poca, así que las condiciones climáticas le afectan lo mínimo en esta diferenciación.

    En 2011 decidieron formar parte de Demeter con toda su línea base, y a partir de la 2015 ya lo son en La Pell. Hablamos de regulaciones, sellos y demás, pero él comenta abiertamente que lo de querer formar parte de la organización es como una exigencia para ellos mismos, saber que tiene a alguien detrás que les vaya diciendo pequeños detalles a mejorar. Me parece una genial autocrítica. Este año, en los Premis Vinari, han sido escogidos como Mejor Proyecto Ecológico 2018, y quizás sólo pueda parecer un título más, pero creo que es la manera de comenzar a sonar en círculos menos expertos, pero consumidores al fin y al cabo.

    Al acabar, nos pregunta cuál nos ha gustado más y que es lo que esperábamos. Hay algunas opiniones dispares, pero todos encajamos un mismo pensamiento. Está claro que si lo que buscan es el equilibrio entre la recuperación de variedades y la elaboración de vinos con personalidad propia, este es el camino a seguir.

  • Vinos, amigos y viceversa

    Vinos, amigos y viceversa

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    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]D[/ms_dropcap]icen que quién tiene un amigo, tiene un tesoro y la verdad es que tienen toda la razón. Pero a los amigos hay que cuidarlos, mimarlos, entenderlos y de vez en cuándo también llevarles un poco la contraria. En mi vida me he encontrado gente maravillosa allí adonde he ido, aunque algún que otro elemento cargante también se ha cruzado en mi camino, pero por lo general estoy más que satisfecha con lo que llevo recopilado en la mochila que siempre llevo conmigo.

    En el mundo en general, y en el del vino en particular, me he ido encontrando individuos maravillosos que me han abierto sus puertas, me han llenado las copas y me han hecho sentir parte de su familia. Me dicen algunos amigos que lo que encuentro es debido a la predisposición que tengo. Siempre estoy dispuesta a encontrarme algo bueno en el camino, y creo que en cierto modo, podrían tener razón.

    Dicen que la manera de relacionarnos ha cambiado radicalmente desde hace unos años. La tecnología dicen algunos, los avances dicen otros. Pero en esta crítica, a veces un tanto vacía, llego a una conclusión clara: hay algunos -libres estéis de pecado- que prefieren quedarse en lo superficial. Es una opción está claro, pero a los que quieren buscar la esencia simplemente hay que saber dónde buscarla y cómo encontrarla. Quedarse en la superficie nunca es una opción, hay que indagar un poco más en aquello que nos parece interesante y cuándo menos lo esperas zas, aparece algo maravilloso. Poner excusas, también es algo muy del siglo XXI.

    A quién buen árbol se arrima…

    Me viene también a la memoria otro refrán que dice que a quién buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Así que entre un dicho y otro me encuentro escribiendo sobre amigos y conocidos, sobre conexiones y uniones, y evidentemente sobre vino y elaboraciones. ¿Por qué que hay más puro y fiel que la conversación que se genera con un amigo cuando compartes un vino? Es por ese motivo, que hoy amigo mío, si has compartido alguna copa conmigo en algún lugar, sabrás a qué grupo perteneces.

     

    Y tú, ¿a qué grupo perteneces?

    Sirulta RougeEl amigo jugoso, aquel que se presenta siempre en casa con un Siuralta Rouge de Vins Nus. El proyecto pertenece a Alfredo a Arribas en Siurana, Montsant. Un 90% de garnacha negra y 10% de trepat, aunque supongo que esto varía según la añada. Combinación de sabroso con un toque rústico, sólo para marcar algo más la personalidad, un punto que sobresale entre la jugosa fruta que nos llega desde el primer momento en la nariz. Natural, tranquilo y suculento. Sedoso y fresco, fruta roja crujiente y algo de fruta negra no demasiado madura, casi una sopa de fresas con un ligero toque de grosella negra. Llega sin pretender nada de manera evidente, pero gana terreno a cada paso que da. Se expresa abiertamente en cada frase que dice, no hay ningún filtro en su discurso, viene siempre un poco dispuesto a jugar.

     

    Do Ferreiro Dous FerradosEl amigo cremoso, viene siempre acompañado de un Do Ferreiro Dous Ferrados de Bodegas Gerardo Méndez. 100% Albariño, 100% pura esencia, 100% Rias Baixas. Y entonces vienen los incrédulos que dicen: ¿Un albariño el amigo cremoso? Pues sí señores o ¿no existe un postre que se llama lemon pie? ¿No nos hace salivar de manera inmediata esa suave crema de limón con el toque dulce del merengue? Pues él llega así, ácido, eléctrico, vivo, pero pasando 8 meses en barrica de roble de 500litros que lo hacen adquirir una suavidad extrema y una elegancia inédita. En él encontramos algo tradicional, pero es aquella pequeña pincelada que a veces nos ayuda a situarnos en nuestro origen. Eso no le hace ser ni mucho menos auténtico, encontramos a alguien con una visión de la vida muy amplia, no sé asusta ante cualquier de nuestros problemas, sólo nos pide un poco de tiempo para entendernos mejor. Carismático y casi centenario en su comportamiento, pero sabio, muy sabio.

     

    Las Alegrías Pago Carrascal Al amigo alegre y chisposo, no podía aparecer con otra cosa que no fuera Las Alegrías Pago Carrascal de Alba Viticultores. Esa gracia andaluza, ese que me hace sacar mi acento, herencia de mi abuela paterna. Ese que siempre viene con un humor crispy y que no le importan las etiquetas, viene catalogado como vino de mesa porque se escapa de cualquier regla. Empezarías con él, pero sabes también que acabarías con él. Pero no creas que no tiene personalidad por ser gracioso y chisposo. La tiene y es tan arrolladora que te va a conquistar con su especial gracia. Decían que la palomino fino era una variedad de quilos sin personalidad, y el problema -quizás- es que faltaba la visión de ver más allá de lo superficial. Esos ojos que sólo fisgonean la primera capa ligeramente y miran pero no observan. A todos aquellos que tenéis esos ojos, habéis perdido media vida delante de vosotros. El origen de mi amigo alegre no podía provenir de otro lugar que no fuera una viña que se llamara Las Alegrías. Creo que poco más a añadir.

     

    VitalAl amigo que siempre queremos a nuestro lado, aquel fiel y sensible que se sienta con nosotros en un mal día, en un momento complicado, pero también nos acompaña a bebernos la noche cuando es el momento. Ese amigo siempre llega acompañado de un Vital, un vino elaborado por Carles Llarch -el maestro de las ánforas-, i Josep Queralt, el maestro del sumoll. No hay ninguna bodega oficial que acoja a este pequeño milagro que nace sólo de la amistad. Así que del sentimiento más puro nace algo con una sensibilidad extrema. No busques reglas ni intentes analizarlo, él es así, diferente, algo discreto, algo incomprendido a veces, pero es sin llamar la atención -entre otros-, nuestro mejor amigo. Conseguir esos dos vértices en un espacio-tiempo concreto es casi un pequeño milagro de la naturaleza y nosotros, sin darnos cuenta, lo tenemos al alcance de nuestra mano.

    Y al qué me quiera sorprender…

    Y al amigo que me quiera sorprender, aquel que quiera ponerse a prueba y traerme algo diferente, que me venga y me traiga algo eléctrico y crujiente, fragante y con luz. Que esté vivo, que me traiga recuerdos de la niñez, y algunos de la adolescencia. Que conserve algo de tendencia ancestral, y sea profundo y a la vez loco. Que sea fino, y sea fiel al terreno que lo acoge. Que sea inquieto, y que siempre tenga evolución posible. Y si no sabes de lo que estoy hablando, si todo lo que te digo te suena más bien a chino, búscame y tomamos algo juntos. Después de un rato, lo entenderás todo.
    Por cierto, a parte de las recomendaciones vinícolas, el resto de texto funciona casi igual si cambias la palabra amigos por vinos, así que daros un momento de reflexión, yo ya lo he hecho y aquí estoy.

     

  • No me mientas

    No me mientas

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    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]D[/ms_dropcap]espués de pasear por múltiples ferias, hacer diferentes clases con todo tipo de docentes, visitar salones, ir a catas e invertir muchísimo tiempo en conocer, una verdad a veces poco conocida o ligeramente escondida, me pasa que llego al final del partido con la sensación agridulce de que en todos los discursos hay algo que no es cierto. Y no pretendo ofender a nadie, probablemente haya gente que siempre diga la verdad (gracias por existir), pero cuando escribo, hago balance y una especie de mediana aritmética (ficticia, claro está) me hace caer en la cuenta de que la balanza acaba inclinándose hacia un lugar que no me gusta ver.
    Todos hemos escuchado hablar de las múltiples clasificaciones vinícolas que existen, y también de las múltiples no clasificaciones que existen. De lo que se permite hacer y de lo que no se permite, de lo que está reglado y de lo que no lo está, de las producciones permitidas y de los límites que no podemos exceder, de la pluviometría baja y de la irrigación constante, de las famosas levaduras seleccionadas y de los pies de cuba, de los fungicidas, herbicidas y de los no fungicidas y no herbicidas.
    Todo en un ring de boxeo perfectamente “maqueado” en cuatro paredes, una realidad a veces fingida o no, de un mundo ideal. Pero señores, este mundo no es perfecto, que lo sabemos y nos encanta que no lo sea. De hecho nos enamoramos sin querer de la imperfección porque nos atrae tanto como algo imposible. Nos enamoramos de aquellas historias que dibujan un final difuso que no sabemos a dónde va.


    ¿Y qué es lo que buscamos incesantemente la mayoría de humanos? Te dediques a lo que te dediques, no importa. Que no te mientan, intentar ser consecuente con todo lo que haces, buscar e intentar conseguir el equilibrio, no maquillar tus acciones para parecer que son mejores de lo que son. Si metes la pata pues lo dices, con delicadeza si te parece, pero lo dices. Interpreta tu vida como te apetece interpretarla, no busques imágenes perfectas de una realidad que no existe. Un sarmiento es bonito salvaje, así sin control ninguno, pero si decides controlarlo no pasa nada, también es lícito hacerlo.
    Humanizamos nuestros argumentos, cuando en realidad es suficiente con saber explicar la luz que hay en el viñedo, como es la tierra que lo contiene y como eres de feliz cuidándola. Explícame la vida que hay en tu suelo, qué animales viven y sobreviven en tu terreno, dibújame el baile interior de las raíces de tus plantas. Muéstrame como desaprender lo que me parece que ya he aprendido y que me ha condicionado cuando vuelvo a encontrarte. Explícame como respira tu tierra, cuando haces las tareas y el por qué. Déjame que me conecte contigo.
    Y me paro delante de las cepas, respiro ese aire fresco que todavía tiene un poco de azufre, pero que soy consciente que lo tiene, toco esa tierra un poco mojada en la que sé que se han plantado leguminosas porque me lo has dicho, y me pregunto ¿no sería más fácil decir siempre la verdad y que luego cada uno decidiera qué camino quieres seguir?
    Y no te digo nada nuevo, sino que recupero lo de siempre, una vez más volviendo al más humilde origen. Así que te miro (de nuevo) a los ojos (no sé hacerlo de otro modo) y te digo ¿por qué no dejas de mentirme y haces con tu verdad que me enamore de ti sin vuelta atrás?

  • Monocrom

    Monocrom

    [ms_divider style=»normal» align=»left» width=»100%» margin_top=»30″ margin_bottom=»30″ border_size=»5″ border_color=»#dd3333″ icon=»» class=»» id=»»][/ms_divider]

    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]U[/ms_dropcap]n nombre, un lugar, una familia.

    -Estamos a dos semanas de la obertura y no tenemos nombre.
    -Tus propuestas no me gustan, y las mías a ti tampoco.
    -La verdad es que lo veo un poco negro…
    -Negro, negro…un único color ¿Por qué no le llamamos Monocrom?

    Y ya hace dos años, que Monocrom abrió por primera vez la persiana. El 1 de julio del 2016, la puerta blanca abría dando vida a un proyecto vinícola y gastronómico en la plaza Cardona del barrio de Sant Gervasi, en Barcelona.
    Dos hermanos que deciden arrancar un plan juntos, y dedicarse a lo que más les gusta: el comer y el beber. Xavi cumplirá 40 años y Janina 36, aparte de hermanos son muy amigos. Los dos me lo han dicho por separado sin escucharse el uno al otro. Me queda muy claro porque veo con mis propios ojos que se entienden a la perfección. Está claro, están en su mejor momento. Los dos tienen su espacio, discuten miles de cosas, pero no hay lugar para la confrontación, porque cada uno sabe cuál es su parcela, aunque al final siempre tomen las decisiones conjuntamente.
    Es la primera vez que trabajan codo a codo, pero han aprendido a hacer lo que más les gusta unidos desde que eran pequeños. Son de Vilanova y la Geltrú, vienen de una familia de pescadores, conocen el producto a la perfección y saben con exactitud lo que quieren. Me gusta la gente con las ideas claras y ellos las tienen.

    El punto de partida y el futuro

    Xavi hace 8 años que está dentro del sector, en su anterior vida (por decirlo de algún modo) había trabajado en el ramo inmobiliario, pero no era del todo feliz, porque creía que no era consecuente con lo que hacía. Decidió entonces empezar a estudiar sommelier, y como su hermana ya hacía años que trabajaba en sala, porque había estudiado hostelería, la animó para hacerlo juntos. Así que, como buenos hermanos, decidieron formarse juntos. Poco a poco, el camino se iba forjando.
    Xavi se encontró hace 7 años con Joan València, y le encantó la idea de formar parte del equipo. Janina nunca había dejado de trabajar en sala (Moo, Lluçanès, etc), diferentes proyectos, todos de mucho nivel. Su último trabajo antes de Monocrom, fue Coure, donde formó parte, durante 8 años, del equipo de Albert Ventura.
    Llegados a este punto, momento vital en que te planteas cómo quieres avanzar, esa idea que siempre te baila en la cabeza pero necesitas realizarla. La lógica de abrir su propio espacio era evidente, era su momento. Tenían la gastronomía en su ADN y el vino en sus venas, por lo tanto la lógica era ya aplastante. Pero llega ese momento en que te preguntas ¿Y ahora, dónde abrimos? Se consideran un poco outsiders, en el sentido positivo de la palabra. En este mundo, si no tienes personalidad y un poco claro el camino, te acabas difundiendo en el grupo de moda. Sant Gervasi era un buen lugar, diferentes cosas coincidían y su pequeña terraza de 4 mesas, fue el punto final para decidirse.

    ¿Qué es Monocrom?

    Pueden ir con paso más lento, pero van sobre seguro, y no hablo de comodidad, hablo de saber cuándo haces lo que sientes y cómo hacerlo. Antes de arrancar, viajaron por algunas ciudades, visitando aquellos wine bars que pensaban que podían encajar en su filosofía. Observar, aprender y avanzar, y repetir una y otra vez.
    Tienen un público fiel, se nota muy fácilmente cuando miras a las mesas. Hay gente que repite incluso en la misma semana, algo querrá decir. Su propuesta: explicar la historia que hay detrás de cada producto, saber la procedencia, conocer el origen y ser fieles a lo que les gustaría encontrar si estuvieran al otro lado. La gente escucha atenta las explicaciones de los vinos que tienen en su carta, les hacen abrir un poco la mente, prepararlos para algo nuevo (o quizás no), pero siempre desde la humildad. Hablamos de romper esa barrera invisible que algunos han creado entre un lado y el otro de la mesa. Ese papel (mal jugado) en el que algunos han querido demostrar que sabían más, cuando en realidad el comensal sólo quiere que le enseñes cosas y disfrutar de este momento. Los dos forman parte de ese juego, unos vienen a que les enseñes lo que tú conoces y los otros quieren sentirse felices mientras lo hacen. Los dos salen ganando.

    Sus reglas: calidad, profesionalidad y humildad

    La primera vez que fui a Monocrom, hacía tan sólo dos semanas que habían abierto, lo comento con Janina y me alucina que se acuerde de la mesa dónde me senté (yo también lo recuerdo perfectamente).
    Para mí, hay algunas cosas que lo identifican y me hacen tenerlo siempre en mente: carta de platos corta, concisa, una hoja en blanco con letras negras, lo mismo para la carta de vinos. La originalidad no está en el diseño, está en el contenido, y eso es lo que más me alucina.
    Quieren una carta fácil de cambiar, que puedan ir actualizando con las múltiples incorporaciones que vienen y van: añadas que entran, añadas que se acaban, producciones limitadas, etc. Quieren que toques la carta, que juegues con ella, que si la ensucias no pase nada, como invitado formas parte de ese entretenimiento. Se han acabado los clasicismos, dejemos de hablar de conceptos vacíos, hablemos de su origen, de su historia, de lo que los diferencia.

    Si te sirvo un vino, o una verdura, o una carne y no te explico la procedencia, esto se está perdiendo en el camino, y esto también forma parte de nuestro compromiso. Es absurdo que perdamos el sentido del porqué estamos aquí y en este preciso momento

    Los dos coinciden en esta filosofía.

    Alejarnos de eso que un día nos hizo sentirnos libres, cuando en realidad no estaba encorsetando. ¿Un vino para una ocasión especial? Hay una ocasión para cada vino, y cada momento es especial, sólo tenemos que re-aprender que tenemos que saber disfrutar en cada momento. Sólo buscando un único ritual: compartir para disfrutar.
    En cocina ya hace un año que tiene el mismo equipo, y eso se nota. Energía de 25 años, con una profesionalidad brutal.

    Me dice Janina que:

    Al principio te parece tener muchas cosas claras, parece que sabes perfectamente todo lo que quieres hacer, pero llega el día a día y tu visión se vuelve algo surrealista. Tienes que adaptarte, ver cómo funciona de verdad, aplicar cambios que no habías tenido en cuenta, etc. –

    En realidad la vida es esto, lo que imaginas que pasará y lo que luego en realidad pasa, pero no está mal del todo, el rodaje es parte del juego, todo va poniéndose poco a poco en su lugar. Hay que trabajar los músculos de fondo, la resistencia, para que lo que se vaya construyendo encima, tenga una base sólida.
    Lo tienen claro, igual que creen que de cara a cara, de tú a tú, es la mejor manera de entenderse. Conectar es el punto de partida, sorprenderte su meta, que disfrutes y repitas su último propósito.
    Doy un último vistazo a cada rincón, la librería que sale en la mayoría de fotos de las redes sociales (la #winelibrary la llaman), la luz tenue, la decoración discreta, y finalmente acabo con la mirada en ellos dos, que están sentados en la barra mientras acabamos de hablar. Y entonces me doy cuenta, que ya lo he dicho todo cuando en realidad no he dicho nada, simplemente que son fieles a un único color –Monocrom-, al color blanco porque es en realidad la suma de todos los colores.

  • Quien calla otorga

    Quien calla otorga

    [ms_divider style=»normal» align=»left» width=»100%» margin_top=»30″ margin_bottom=»30″ border_size=»5″ border_color=»#dd3333″ icon=»» class=»» id=»»][/ms_divider]

    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]H[/ms_dropcap]oy comienzo mi andadura en Food Undercover de la peor manera posible, criticando unos vinos y al enólogo que los presentó en una concurrida cata pública. ¿Qué por qué lo hago? ¿Qué cuál es el sentido de este artículo? Podría disfrazarlo desde el punto de vista técnico, pero la triste realidad es que es una terapia. Quiero decir que, desde el día en que se llevó a cabo la cata en cuestión, tengo una especie de bola en la entrada del estómago que hace que con otros vinos, cuando comento alguna botella con algún cliente o compañero o simplemente cuando estoy sola en mi sofá disfrutando de ese vinito nocturno y alevoso -en fin- en distintas situaciones, me visualizo a mi misma, roja, atascada, con las palabras a punto de salir de mi boca para no volver a entrar.
    Si soy sincera, creo que a las mujeres de mi generación, los 70, nos sigue pesando el legado de nuestras abuelas y madres en cuanto a los miedos heredados y a la cantidad de frases hechas que nos han taladrado los oídos y la cabeza durante nuestra niñez y adolescencia. Tanto es así, que las tenemos grabadas a fuego en nuestro ADN de forma que, en muchas ocasiones, cuando estamos a punto de manifestar algo trascendente (o intrascendente, igual da), justo en el momento en que nuestras neuronas hacen sinapsis, justo ahí, rebota en nuestra cabeza alguna de las frases malditas a las que me refiero.
    “Niña, no digas la verdad… Que te vas a quedar sin ella”
    “Cristina, bonita, calladita estás más guapa” (bueno, los que me conocen en persona saben que esta frase no se me aplica, puesto que no callo ni debajo del agua).


    Pero me doy cuenta de que todavía no he puesto en contexto la cata. Una presentación de 6 vinos de una bodega de Rioja de tamaño medio, con la prensa presente, unos 100 asistentes (con muchas caras profesionales y otras que supongo correspondían a aficionados), los propietarios de la bodega y su enólogo.
    Así, a bote pronto, calculo que sólo el 30% de los presentes éramos mujeres, algo que seguro me da para otro artículo, puesto que puedo contar mil y una batallitas de mis asistencias a foros, congresos, presentaciones de vinos, salones varios etc. ¿A dónde me lleva esto? A empezar a creer que no sólo las mujeres nos callamos nuestras opiniones. Otra cosa sería analizar porqué callamos unas y porqué lo hacen los otros.
    Éramos un subgrupo de personas de la profesión, conocidos de antemano, formado por tres enólogas, un aficionado con mucho callo en análisis sensorial y otro caballero también técnico. En realidad, estábamos distribuidos en dos mesas distintas, en las que se servía vino de diferentes botellas. A mi derecha tenía a dos caballeros desconocidos, a los que me atreví a consultar sus opiniones. El quid de la cuestión es que todos llegábamos a las mismas conclusiones, pero nadie las manifestaba en voz alta.


    De los 6 vinos, el primero era un blanco soso, plano, pero correcto en su forma. Después un rosado para olvidar, todo lo contrario a fresco, frutal o floral, pero tampoco tenía más defecto que el de ser demasiado aburrido y falto de chispa. Ahora viene el drama. De los cuatro tintos sólo uno estaba correcto e incluso agradable en nariz y boca, aunque le faltaba botella. Pero los otros tres parecían un catálogo de vinos destinados a servirse en las prácticas del primer curso de la facultad de Enología. “Señoras y señores futuros enólogos: Esto es lo que se llaman vinos con defectos. Veamos qué tiene cada uno de ellos para que ustedes, en el futuro, ¡no la pifien!»

    Todos habíamos callado ante lo evidente durante la presentación a la prensa, pero hubiéramos reaccionado igual si fuésemos estadounidenses o alemanes y la cata se hubiese hecho en Nueva York o en Düsseldorf

    El primero de los tintos presentaba un claro defecto de etanal, en el segundo eran patentes los aromas herbáceos desagradables como -por ejemplo- cáscaras de almendruco, césped recién cortado y hojas trituradas. Además, presentaba amargor en boca. Posiblemente todo debido a un algún problema durante el despalillado-estrujado y/o un prensado excesivo. Y para redondear la mañana, qué sería de un catálogo de vinos con defectos si nos faltase el consabido aroma a huevos podridos debido a la presencia de sulfuro de hidrógeno.
    Cuando la cata finalizó, nos quedamos varios grupos a comentar en petit comité lo que nadie había expuesto en voz alta. Todos habíamos callado ante lo evidente durante la presentación a la prensa, pero ahora dábamos rienda suelta a nuestras lenguas. Esto me hace reflexionar sobre si hubiéramos reaccionado igual si fuésemos estadounidenses o alemanes y la cata se hubiese desarrollado en Nueva York o en Düsseldorf, por poner dos ejemplos. Intuyo que no. Entonces, ¿se trata de algo cultural español? Es posible que nos hayan inculcado desde pequeños una buena educación mal entendida. Quiero decir que no es más educado aquel que calla una verdad para no avergonzar al otro, sino aquel que con tacto le explica la situación para que pueda solucionarla y sino, al menos, sacar una vivencia positiva y aprender de ella. O al menos así lo veo yo.


    Así que, cerrando el círculo, vuelvo a las dos preguntas con las que iniciaba este relato: ¿Qué por qué lo hago? ¿Qué cuál es el sentido de este artículo? Y ahora veo claro que la respuesta a ambas cuestiones es poner sobre la mesa algo ya conocido: en el mundo del vino hay mucho postureo. Y, aunque a lo largo de mi carrera he intentado huir de él, a veces te ves inmersa y te dejas arrastrar por situaciones como la que acabo de relatar, una presentación de vinos que, en mi humilde opinión, no debería haber tenido lugar en esas condiciones.
    Porque no todo vale. Porque no consiste en hacer comulgar a nadie con ruedas de molino. Porque a una cata pública con presencia de profesionales no se puede acudir con los deberes mal hechos, ya que te juegas tu prestigio y además te pones las cosas difíciles de cara a la distribución de esos vinos. Porque el mundo del vino es relativamente pequeño y estas cosas corren como la pólvora, y siempre, de una manera u otra, terminan por pasar factura.
    Para terminar, y como seguramente más de uno os preguntáis la razón de que no haya dado ningún nombre, os diré que no es por cobardía, sino porque no es lo que quiero destacar de esta experiencia. No creo necesario poner a nadie en el punto de mira, sino aprender de lo vivido. Al menos puede que en la siguiente ocasión, reaccione de otra manera. No sé si en público o en privado, pero no volveré a actuar igual… ¿O sí?

  • En búsqueda de la malvasía roja

    En búsqueda de la malvasía roja

    [ms_divider style=»normal» align=»left» width=»100%» margin_top=»30″ margin_bottom=»30″ border_size=»5″ border_color=»#dd3333″ icon=»» class=»» id=»»][/ms_divider]

    Foto de cabecera: Llibert Teixidó

    Las casualidades siempre existen

    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]M[/ms_dropcap]e fijo en su etiqueta, y en su nombre, en sus colores y en su composición. El diseño deja el nombre muy evidente: Tardatio.

    -¿Y qué significa la etiqueta? – pregunto.

    -Si te fijas bien, la etiqueta está compuesta por cuatro partes, una circunferencia que dibuja cuatro cuadrantes. Estas partes simulan las estaciones, por todos los momentos que pasa la viña, que en realidad, es lo más importante del proyecto.

    Me crucé por casualidad con el Tardatio, un día de camino a casa. Pasaba por La Vinícola, una tienda especializada en vinos de Barcelona, y Víctor me habló del proyecto. Jordi Raventós era el viticultor y desde hacía algún tiempo estaba trabajando exclusivamente en su viña, su variedad más representativa: la malvasía.

    No tuve más remedio que seguir dos pasos obvios después de la conversación: primero comprar una botella de esa malvasía de Sitges que prometía ser fresca y conservar la esencia de la variedad, y en segundo lugar conocer el proyecto que se basaba en la recuperación de una variedad de la que no había oído hablar: la malvasía roja.

    Lluvia, fango y viña

    Un domingo, me dirigí a visitar el proyecto. Antes de salir pensábamos que no sería posible porque creo que nunca he visto llover tanto en tan poco tiempo. La llegada al lugar, una montaña rusa de un parque acuático, y aunque generalmente siempre me pierdo, aquella vez parecía que seguir el cauce del aguacero nos estaba llevando a buen puerto.

    Justo aparcando, cogí el móvil. Tenía un mensaje de Jordi que decía “¡Si no habéis salido, coged un par de botas porque hay mucho fango!”. Leo el mensaje tarde, pero soy precavida, llevo las botas conmigo.

    He hablado bastante con Jordi antes de la visita, le he explicado un poco lo que me gustaría que habláramos, nos hemos enviado múltiples whatsapp, y entre los últimos un pequeño vídeo dónde enseñaba cómo injertar a sus sobrinos, un momento adorable. Es una gran parte del trabajo que está realizando, multiplicar las variedades que quiere elaborar a través del reinjerto.

    [ms_video mp4_url=»https://www.foodundercover.us/wp-content/uploads/2018/05/VID-20180501-WA0035.mp4″ ogv_url=»» webm_url=»» poster=»» width=»40%» height=»40%» mute=»no» autoplay=»no» loop=»no» controls=»yes» class=»» id=»»][/ms_video]

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    Encajar agendas ha sido muy complicado, finalmente nos encontramos en domingo. Me comenta que trabaja de lunes a sábado, y algunos domingos también, es decir trabaja siempre. Justo ese mismo sábado tenía un curso de apicultura porque le gustaría incorporar las abejas a su proyecto, un paso más en la recuperación integral del terreno.

    Llegamos muy temprano  y Jordi nos sonríe:

    -Os he preparado el desayuno, pero tendréis que disculparme. Mis sobrinos todavía están desayunando.

    Estoy contenta, van a estar con nosotros los dos pequeños injertadores.

    Dónde nos reunimos es la casa de sus padres, es la finca que está justo al lado de las viñas. La construcción de la bodega está en proceso, de momento vinifica en una bodega vecina, así que ya nos avisa, “lo que vais a ver es viña”, y en realidad es lo que más nos gusta. Está preocupado porque no veamos la viña resplandeciente porque sólo hay pequeños brotes, pero le digo que no se preocupe, la época de descanso, el invierno, es también una época genial para pisar el terreno. El silencio, el brote de las primeras hojas me emociona especialmente, y creo que va a ser un día de esos.

    Clos, guarà y malvasias

    Mientras desayunamos, y esperamos a que pare de llover un poco, nos empieza a explicar el proyecto. Clos dels Guarans nace como su proyecto personal después de haber trabajado en otros, con alto nivel de exigencia y responsabilidad. Repartir su energía no le hacía feliz del todo, porque creía que él debía seguir su propio camino, trabajar con las variedades en las que creía y apostar por lo más sincero, volver a su origen y a lo que le enseñó su abuelo. La generación de su padre, generación de los 60, fue aquella que quedó en el Penedés un poco desarraigada de la elaboración del vino. El trabajo mal pagado y la compra-venta de uva para que grandes elaboradores hicieran sus vinos, hicieron que muchos de ellos buscaran otro oficio, y es el caso del padre de Jordi.

    Él, por el contrario, pertenece a esa generación joven que durante los últimos años han ido rehaciendo el Penedés. Dando especial énfasis a mostrar la cara más sensible de la zona. Tiene 29 años, pero se dedica desde los 18 a la viticultura. Su proyecto se está gestando desde el 2009 y ahora saca al mercado su segunda añada. Ha pasado de hacer 450.000 botellas al día para otros, a hacer en total menos de 5.000 para él, un cambio notable. La malvasia de Sitges la acabó de plantar en el 2011 y la malvasia roja la ha acabado de plantar este año. Ahora tiene 50%, más o menos, de cada variedad, pero su idea, y después de ver los resultados de la roja será reinjertar en esta, toda su viña. Esto nos muestra que la aventura sólo acaba de empezar.

    Sus viñas están ubicadas en el Massís del Garraf (Penedès), Clos dels Guarans pretende ser lo más fiel al terroir. Guarà es una raza autóctona de burros catalanes (de las más grandes a nivel europeo), que hace unos años estuvo a punto de extinguirse. Así que todo va encajando, un proyecto donde todas sus partes van en la línea de la recuperación, mires dónde mires. Tiene 5ha, pero tienen el trabajo de 10, porque lo hace todo él, poda de la primera a la última cepa. Hablamos de los diferentes roles que configuran el mundo vinícola y de cómo muchas veces esa diferenciación ha llevado a un desconocimiento entre partes, que influyen directamente en el resultado. No es lógico que un enólogo no quiera conocer la viña donde nace parte de su trabajo, así como tampoco es lógico que un viticultor desconozca todo lo que se hace dentro de la bodega. Jordi lo tiene claro, tiene todos los conocimientos para cerrar el círculo y formar parte en todo el proceso.

    Ya hace rato que hemos dejado el comedor, y estamos paseando por la viña, nos explica con detalle las variedades, está especialmente interesado en saber la máxima información del origen de cada una de ellas. La investigación es clave para el progreso y la observación también. Laia, su mujer, nos acompaña durante la visita y nos dice lo difícil que le resulta delegar el trabajo:

    -Siempre lo quiere hacer él todo, porque cuando lo hacen los demás siempre le parece que hay pequeños defectos.

    El reconoce abiertamente que es así, pero también es consciente que en esta vida o aprendes a confiar en aquel que te ayudará a crecer o resulta imposible avanzar.

    Nos explica que en realidad,  la malvasía de Sitges viene de Cerdeña, lo que nos lleva a hablar de lo que hoy en día consideramos variedades autóctonas, y discutimos un poco al respecto. La corriente actual de la recuperación muchas veces no tiene una base muy sólida, ya que en algunos casos hay dudas y falta exactitud en el estudio del verdadero origen. Hay una delgada línea entre qué variedades son una mutación de otras y cuáles no. Hubo un tiempo en que se hicieron muchos cruces para crear variedades más fuertes y resistentes, y es muy difícil saber dónde empieza una y acaba otra.

    Jordi recuerda como un día paseando con su abuelo por la viña, le decía que en el Penedés siempre había habido malvasía roja, conviviendo con el xarel·lo vermell y otras variedades que hoy consideramos recuperadas. Dice que en un documento datado del 1970, había leído sobre esta variedad, así que quizás ya existía mucho antes. En la mayoría de casos se habla de extinción de variedades debido a la filoxera. Él sostiene que no fue esta la que acabó con todas las variedades, sino que muchas veces había servido de excusa. Cuando la filoxera arrasó Francia, Cataluña plantó todas aquellas variedades que encajaban para abastecer al mercado, acabando así con algunas pruebas de variedades antiguas.

    Coincidir con la doctora María Francesca Fort Marsal, que trabajaba en la investigación de variedades en la Universidad Rovira i Virgili, le abrió un abanico de posibilidades muy grande. Fue ella la que le ayudó a encontrar la malvasía roja, que viene de Tenerife, lugar que ha conservado muchas variedades históricas. Dio con un viticultor que tenía tres cepas en su viña, allí muy escondidas, le envió un esqueje y el empezó a hacer la multiplicación. De veinte, sobrevivieron diez, y así poco a poco ha configurado las 2,5ha que tiene actualmente. De este pequeño trocito de tierra, saldrán al mercado menos de 800 botellas, pero que le posicionarán en el punto de mira de la curiosidad de muchos.

    Hablando con él, se nota que es una persona muy reflexiva, medita cada paso que da antes de avanzar, sabe que el éxito de ir por el buen camino es ir pisando poco a poco ese mismo camino. Todo tiene un por qué, nada es casual, la recuperación de variedades minoritarias es casi una obsesión.

    También hemos visitado toda la obra que están haciendo para la futura bodega, todo escavado bajo tierra y todo escavado por ellos.

    -Todo el mundo nos decía que estábamos locos.

    Y la verdad, viendo lo que han hecho y el trabajo que les queda, un poco yo también lo pienso, pero como él dice es joven, «con 80 años no podré hacerlo pero ahora tengo las ganas y la fuerza».

    Pero Jordi va mucho más allá de su viña, no nos deja que nos vayamos sin visitar todos los puntos que le enamoran, aquellos lugares donde la vista se pierde en el horizonte y nos hace sentirnos un poco más libres. Tres lugares que para él tienen magia y le hacen sentirse libre. Tranquilo Jordi, tus secretos están a salvo conmigo, si alguien quiere descubrir que lugares son, que te haga una visita.

     

    El futuro, cada vez un cuadrante más cerca

    Y volviendo al inicio, a la etiqueta, que al final es lo que ve el público cuando compra la botella, divido la historia de Jordi en cuatro partes.

    La primera, la que consiste en su llegada al mundo, la que nos habla de cómo su abuelo despertó su curiosidad y le enseñó en parte todo lo que sabe. En muchos momentos ha salido su figura en las conversaciones y me doy cuenta que es muy importante para él.

    El segundo cuadrante, toda su formación, la que le ha llevado al sitio dónde está. Esa formación que le ha hecho trabajar en otros proyectos dejando parte de su conocimiento y esfuerzo en botellas que ha elaborado para otro pero, que le han hecho estar dónde está hoy.

    Ahora mismo se encuentra en su tercer cuadrante, está dibujando su propio círculo, investiga, se equivoca quizás, se vuelve a reinventar, y así un seguido de pruebas y errores que definirán sus vinos y su trayectoria más personal.

    Y por último su cuarta parte, esa cuarta porción que todavía le falta por descubrir, que le hará hacerse un nombre en el futuro y que nos hará hablar de Jordi Raventós, más allá de la variedad que cultive.

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  • Los arquitectos del paisaje del vino

    Los arquitectos del paisaje del vino

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    En casa bebo agua

    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]N[/ms_dropcap]o es raro abrir la nevera de mi casa y encontrar un par de botellas de agua. Incluso en invierno, fuera del frigorífico. Más porque me gusta del tiempo, no muy fría. Sí, en casa bebo agua. Es de lógica. Soy muy de hidratarme. Es más, esta lógica también la aplico al día a día. Tengo mi botella de agua en el trabajo. Cuando camino me da por llevar una botellita de agua. Si hago el guiri por algún recóndito lugar de este mundo, suele acompañarme una botella de litro y medio. Embarazosa de llevar, pero viene. Es muy común y los que me conocen lo saben, que cuando como, ceno o algo por el estilo, sea fuera o en casa, incluso en casa de los demás, que tenga mi copa de vino y el agua cerca. Exacto, lees bien. Mi copa de vino y el agua. Ellos también se sorprenden. Pero la verdad, si quiero hidratarme bebo agua.
    No me cansaré de decir que el vino para mi, es un alimento más a la hora de comer. Quizás sea un excéntrico hijo de Selene, pero tiendo a normalizarlo de esta forma, en un país empeñado en que las bebidas alcohólicas sean deporte nacional. Quien más bebe más… Bueno más nada, esa es la verdad. Pues eso, el vino para mi es parte del comer, y si tengo sed, bebo agua de mi vaso. El vino no calma mi sed, calmar mi sed con él es incurrir en un error de final etílico. Y no siempre esta uno para fiestas. Dicho esto, el vino forma parte de mi vida igual que el agua. Tanto es así, que en mi nevera, y lugares frescos aledaños a la cocina, suelen coexistir con alimentos u otros enseres, botellas abiertas o esperando a ser abiertas.

     

    La excepción a la norma

    Cuando abro neveras cercanas. Véase familia, amigos, etcétera. Suelo ver en ellas multitud de bebidas. Zumos extraños multivitaminas, bebidas de dudosa procedencia con mejoras para tus hijos o familia. Como no, también la consabida azucarada zarzaparrilla y sus amigas cítricas con ¡un 8% de zumo! Y me siento extraño. Sí, la excepción a la norma. Cuando alguien viene a comer a casa y trae niños, siempre pregunto qué es lo que beben. Porque en casa sólo hay vino y agua. La dictadura de la bebida azucarada, de lo que debemos o no hacer con nuestros hijos, del tiempo, de las modas es lo que tiene. Perder la costumbre de lo que era normal y que la norma se convierta en excepción.

    El desarraigo de las costumbres

    El vino en este país ha sufrido dos catarsis de las que aún no se ha recuperado. Por una lado está la vinculada al provincianismo. Sí, hubo una época en la que para ser moderno quisimos imitar al vecino. Al del otro lado del charco o de los Pirineos. Imitar su estilo de vida no se acababa en los coches bonitos ni los vestidos más allá del domingo. En comer foie o queso amoniacado. O beber cerveza a todas horas. También era perder el arraigo a lo tradicional. Las tradiciones vinculadas a esas costumbres tan pasadas de moda según el clínico ojo moderno. Como el beber en porrón, tomar una copa de vino en el bar, el mondadientes del vermú, ponerse un vaso de vino entre amigos… Un largo etcétera de cambios originados por ese desarraigo de lo tradicional. El exorcismo de todo lo que nos diera imagen de pueblerinos. Éramos citizens, de pueblo sí, de esos de a kilómetros de la ciudad, pero citizens de alma. A esto después se le suma cierto puritanismo a la hora de criar a nuestros hijos. No darles a probar vino, porque puede ser que estés criando a un potencial alcohólico. O no poner azúcar y vino en el pan, porque el bollo industrial relleno de crema de cacao es una merienda sana y no adictiva que no provoca trastornos. ¡Ay!
    La segunda catarsis ha sido incorporar el vino a cierto estilo de vida. Un estilo de vida de señorío y tronío. O en este caso, de gente guapa. A la hora de querer hacer subir la calidad de nuestro vino, (el más consumido aquí siempre ha sido el vino de mesa y el vino a granel) se le asoció a una comunicación errónea. El vino era para la élite. El vino. Un producto tan asociado a nuestra forma de vida como el aceite. Pongo el aceite como ejemplo, porque es la ejemplificación perfecta.
    El aceite se ha adaptado fenomenalmente a nuestras casas. Si uno requiere de aceite para freír lo tiene, si es para la ensalada o bocadillos fetén, también. Incluso se hacen catas y ha llegado a niveles de calidad tan altos, que se permite el lujo de tener cuñados del aceite. En definitiva, está posicionado en todas las capas de la sociedad sin perder un ápice de su esencia. Ser producto asociado a la cotidianidad.

    Es un error hablar de la cultura del vino dejando de lado todo lo que comporta la expresión, sin explicar en qué consiste o a qué nos referimos cuando hablamos de la cultura del vino

     

    Comunicación fail 2.0

    No contentos con esto, la era moderna, la de las conexiones, las tablets, las apps, lejos de acercar el producto a la gente, lo está alejando. Se está dejando erróneamente la comunicación a golpe de like, retuit, follow y el consabido influencer. Un error continuo, repetitivo y que en un tiempo veremos su alcance. Digo error no porque no confié en esas personas, hay algunas a las que admiro mucho, como no, otras son parásitos que habitan en cualquier trabajo, y que sacan provecho al miedo y a la ignorancia, a los palos de ciego y ahí están, vendiendo fórmulas magistrales para la comunicación del vino. Para expresarme mejor, pondré un ejemplo:

    Una plataforma como Twitter, (que utilizo bastante), tiene en España un total de 4,5 millones de usuarios (datos del año 2016). Si de este total, por poner generosamente, decimos que un 10% son seguidores de cuentas del mundo del vino, tendríamos unos 450.000 usuarios en toda la península. La península tiene 46,5 millones de habitantes. Esto es un 0,9% de la población, (siempre con la intención de ser generosos), que son usuarios de Twitter y siguen cuentas relacionadas con el vino. Seguimos. Entre esos 450 mil hay profesionales, horeca, distribución, bodegueros, periodistas, blogueros, y un tanto por ciento menor de seguidores o amantes del vino per se. Es decir, al final la información ahí volcada, es de una gran valía entre el grupo profesional. Este se nutre constantemente de nuevas técnicas, vinos, modas, etcétera. ¿Pero es esto el tipo de comunicación que busca la Denominación de Origen? ¿Es el tipo de difusión que necesita el vino?, ¿Qué tipo de repercusión tiene esta entre la gente? Cero. Lejos de eso, si encima nos fijamos en estos datos, la comunicación en dichas plataformas no deja de ser muy endogámica.
    Luego ponemos el puntero en el influencer. Este, paladín de la comunicación, tiene el deber de llegar cual Papa Noel a todas las mentes y llenarlas del bonito mundo del vino. La cultura del vino por bandera. Doble error. Un comunicador de redes sociales, no deja de ser eso. Un comunicador de un sector muy concreto. El otro error es hablar de la cultura del vino dejando de lado todo lo que comporta la expresión. Sin explicar en qué consiste o a qué nos referimos cuando hablamos de la cultura del vino.  Al hacerlo así, nos volvemos a alejar de la gente. A nadie se le ocurre hablar de la cultura del aceite, o la cultura del pan sin hablar de las panaderías, las masas madres o del vareado del olivo. Cuando hacemos esto, decir que el vino puede ser azul, presentar a los bodegueros como estrellas del rock o utilizamos un lenguaje similar a sacarse el teórico del carné de conducir, volvemos a comunicar de nuevo que el vino es par gente guay, con estudios o vete a saber qué. Si hablamos de cultura del vino, hay que hablar de la cultura del campo, de elaboradores, de viñadores, de payeses, agricultores y campesinos. Esa es la verdadera cultura de nuestro país.

    Arquitectos del campo

    Los agricultores. Ese reducto cada vez más escaso en el mundo del vino, esa gente a la que deberíamos poner una alfombra roja hasta las ciudades. Esos son los verdaderos comunicadores. Arquitectos del campo. Esa gente debería tener una alfombra roja directa a colegios, casas, pueblos, ciudades, qué digo, directa a nuestras vidas. La desconexión con el mundo rural que sufre nuestra sociedad es aún más sensible en el mundo del vino. Y a mi entender,  sólo se podrá salvar entendiendo esto mismo. No podemos seguir desconectados, ignorantes o pasivos ante esta situación. Son parte del tejido social y los verdaderos defensores de la cultura del vino. Con su pasión, con su vehemencia por la viña, son capaces de llegar al corazón de la gente. Pero es más, con su sencillez, sin palabras rimbombantes ni esdrújulas, polisílabos ni esa pedantería característica de la comunicación actual, ellos son capaces de hacer entender este mundo y por qué alguien decide involucrarse en él. Un trabajo de esfuerzo, gasto, jornadas larguísimas llenas de trabajos titánicos, sólo por una cosa. Llevar una botella de su vino a tu mesa. Esto solo, sólo lo pueden contar ellos.
    Así que no se lo piensen más, ese dinero de denominaciones para llevar a diez influencers a un hotel, que duerman bien, coman bien y pisen con sus looks ultramodernos la viña, para hacer una foto de lo bonito que es el vino y la copa, el paisaje y decir que viven un experiencia imborrable, gástenlo en llenar autobuses de niños, infestado de colegiales con ganas de comerse el mundo, porque si llegamos a ellos, habrá futuro.

    Sigo bebiendo agua

    Sigo bebiendo agua. Sigo teniendo botellas de vino en mi nevera. Sigo tomado vino a deshoras, comiendo con agua y vino, celebrando con mis amigos con vino… Sigo en definitiva, manteniendo el vino en mi vida. Es más, escribo estas líneas con una copa al lado. No se me ocurre mejor forma. Porque desde este pequeño cubil, donde mi influencia es mínima, sigo manteniendo mi arraigo a una tradición, a un líquido que es base de mi sociedad y a una forma de ganarse la vida dignamente. Tener vino en mi vida, llevar vino a donde vaya, es la única forma que tengo de comunicar mi respeto hacia ellos, los viñadores y elaboradores de ayer, hoy y mañana. Larga vida.

  • No hay peor tonto…

    No hay peor tonto…

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    [ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]Y[/ms_dropcap]Y ya me lo decía mi madre, desde que era muy pequeña, y reconozco que me hacía especial gracia: “No hay peor tonto que el que no quiere entender”. Es una frase dicha con estima, de alguien que te quiere, de alguien que quiere hacerte ver que hay diferentes posibilidades, que existen otras opciones, y que en esta vida, ver alternativas a todo es la manera indispensable de vivir y convivir. Que no es que tu manera no sea la correcta, sino que existen diferentes maneras de ver las cosas e interpretarlas, y a veces nos limitamos a pensar que la nuestra está por encima de las demás.
    Hoy, mis palabras van dedicadas a todas aquellas personas, a las que les intentas explicar tu punto de vista, tu visión vital, de la manera más sencilla posible y con los máximos argumentos, pero se niegan a creerte. No les vale lo que les digas, ellos tiene su verdad y no hay otra. Teorías estudiadas y precisas que no se pueden modificar, no existe manera viable de cambiar ni un ápice de su pensamiento.

    ¿Y por qué llego a esta conclusión, que hoy pongo al principio, al contrario de lo que hago siempre? Pues porque el otro día, una vez más, en una mesa con amigos, conocidos y compartidos, volvió a surgir esta conversación:

    Una conversación sin fin

    -Este vino no me emociona – dije yo, sin más intención que decir lo que pensaba, lejos de intentar crear polémica (o no).
    -Pero ¿por qué? – contestó alguien. No es necesario que sepáis su nombre, en realidad, no existe.
    -Pues porque no me dice nada, no me mueve nada por dentro – seguí.
    -Tiene un color dorado casi perfecto y es muy brillante – insistía.
    -Sí muy brillante, totalmente limpio y brillante.
    -No presenta precipitaciones y su lágrima es lenta y elegante.
    -Elegante lo es, con caída casi de sinfonía de Bach.
    -Tiene aromas frutales y florales, muy específicos de la variedad, una tipicidad muy marcada.
    -Perfecta harmonía entre aromas en el varietal, totalmente de acuerdo.
    -Y tiene muy integrados los matices terciarios
    -Nada que objetar, muy integrados
    -Y tiene estructura…
    -Correcto.
    -Y es largo.
    -También lo es.
    -El retrogusto a café tostado es increíble.
    -Toda la razón, además soy gran bebedora de café y sé de lo que hablas.
    -Y podrías pasarte una sobremesa bebiendo y contando historias con él.
    -Probablemente sí.
    -Entonces ¿dónde está el problema?

    Dónde está el problema y cuál es esa posible solución

    Y el problema, en realidad, no existe. No hay tal problema. El hecho es querer entender un vino solamente desde su perfección. Es totalmente lícito, puntuar el equilibrio global, cuando valoramos un vino a nivel profesional, en un panel de cata o debemos otorgar una puntuación objetiva. Es indispensable actuar de este modo para que otra persona entienda, sin probar el vino, lo que va a encontrar cuando abra la botella en casa una vez la haya comprado.

    Pero ¡ay! amigo mío, ¿qué hay de todo eso que se mueve dentro cuándo probamos algo que no esperamos? (Ya sea un vino, ya sea un plato o ya sea lo que mon dieu quiere que sea). ¿Qué hay de ese subidón, juraría que compuesto por oxitocinas, que nos remueve todo por dentro? Eso que llega lejos, que te hace abrir más los ojos, te hace despejar voluntariamente las fosas nasales y entonces en la boca una cascada de sabores.
    Aquello auténtico que parece que te acaricia la lengua sin darte ni cuenta, te muestra una textura que ni tan solo sabías que existía. Al pasar te parece largo, pero de un largo casi infinito, y en este justo instante, solo en este, te hace cerrar los ojos y abandonarte a darte cuenta, que algo te acaba de tocar el alma o el aura, tú mismo puedes elegir.

    Sólo reacciones psicolofisiológicas

    Así que hoy mis palabras van dedicadas a todos aquellos que se empeñan en convencerme de que un vino perfecto y en completo equilibrio, tiene que gustarme, cuando no (siempre) me pasa. Y también a todos aquellos que simplifican lo que es un vino con términos técnicos, totalmente necesarios en algunas ocasiones, pero que a menudo nos nublan lo que sentimos por dentro cuando probamos algo, que sí, puede sonar romántico, pero nos EMOCIONA más allá de su perfecta sintonía.