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[ms_dropcap color=»#dd3333″ boxed=»no» boxed_radius=»8″ class=»» id=»»]H[/ms_dropcap]ace algunos años, el tema de una cata llamó mi atención, vinos biodinámicos. Por aquel entonces, había escuchado bastante poco sobre lo que hoy resuena en múltiples lugares y es unos de los temas estrella dentro del mundo del vino, pero recuerdo perfectamente que uno de los vinos de la cata era de la bodega Lagravera.
Ha pasado ya algún tiempo, pero los vinos de este proyecto situado en Alfarrás (Lleida) han ido a apareciendo en algunas cartas de restaurantes con criterio y con gran relación calidad-precio.
Hace algunas semanas mi amigo Fredi de Vinus & Brindis de la calle Calaf en Barcelona, una tienda con barra de vinos que os va a descubrir un mundo, me dijo: “Tengo algo que te gustará”. Me conoce muy bien y, ante tal insinuación, sabía que se escondía una verdadera proposición. Así que era inevitable que me pasara a conocer lo que quería que averiguara. No te puedes enfrentar al destino.
¿Quiénes somos?
Si buscáis Lagravera, encontraréis que se definen como una bodega donde fauna, flora, tierra y cosmos trabajan en consonancia, y que nació el 2009. Si lo analizamos parece del todo lógico. Si nuestro proyecto vive de la tierra en la que crece, los animales y plantas forman parte de este ecosistema que, sin darnos cuenta, está totalmente influenciado por el tiempo que haga. ¿Por qué definirnos de una manera tan lógica? Pues porque, como decía uno profesor mío ,“el sentido común es el menos común de los sentidos”, y por esta razón muchos proyectos han perdido esta esencia, estas raíces y la conexión con los elementos más lógicos y necesarios han pasado a un segundo plano.
Lagravera lleva esto un poco más allá y tiene una línea de mayor producción, pero des del 2012 elaboran una línea más experimental que les permite probar todo aquello que se les pasa por la cabeza o que quieren ver cómo puede evolucionar. Nace así La Pell.
¿Qué queremos?
Quisieron empezar con tres elaboraciones. Tenían inquietudes, pero eran tan grandes que de tres pasaron rápidamente a elaborar siete. Si las llamara microproducciones, estaría mintiendo, porque de alguna de ellas tan sólo hacen 33 botellas, por lo tanto creo que nos estaríamos moviendo en algo más pequeño que nanoproducciones. La emoción con la que hablan de ellas, te deja claro porqué lo hacen: les hacen ponerse a prueba continuamente, ser más exigentes consigo mismos, pero a la vez tienen una gran recompensa porque son muy agradecidas.
Sus suelos de rocas, sedimentos de fósiles y algo de arcilla, pero lo más interesante es la vida que se genera en esa tierra. Si hablamos de viticultura, hablaríamos de biodinámicos convencidos, como Sergi comenta y sonríe diciendo que “es de locos, pero está bien”. Se autoabastecen de sus propios preparados y basan siempre su trabajo en la prevención, la fitoterapia como alternativa a unos suelos sanos.
Tienen clara su filosofía, son del todo o del nada. Ahora mismo en el proyecto cuentan con 20 hectáreas, pero productivas sólo 12,5, lo cual quiere decir que no elaboran vino con todo lo que producen, y que con gran parte de ellas están en pleno estudio de crecimiento y multiplicación. La zona a la que pertenecen, y la denominación que les acoge es la DOP Costers del Segre, una zona vinícola que había contado en el pasado con más de 100.000 hectáreas de las que ahora apenas quedan poco más de 4.000. Este dato resulta imprescindible en su línea a seguir. Es súper importante conservar lo que queda e intentar que vaya creciendo poco a poco.
¿Cómo lo queremos?
Su obsesión: las viñas viejas e investigar todas aquellas variedades que viven en ellas. Estudiar en profundidad aquellas que son totalmente desconocidas y la muestra más obvia está en los vinos que nos dejaron probar esa noche.
Hay una pregunta que está en el ambiente, esperando a que alguien la haga y por supuesto sale ¿Por qué La Pell? Evidentemente se escapa una risa, todos esperábamos una respuesta inmediata: porqué nos dejamos la piel (risas y risitas), pero lo que más me interesa es la segunda respuesta, la clave de todo. Dice Sergi, que la viña es tan vieja, tan anciana que el tronco interior está vacío. Como si no hubiera vida, trabajan lentamente sus pequeños brazos dejando que su tronco sólo tenga una pequeña piel. Esta viña la descubrieron en el 2012, y en su menos de 1 hectárea a 500 metros, encontraron 24 variedades, algunas desconocidas.
Su idea es investigar cuáles son estas variedades e injertarlas en nuevas viñas para su reproducción. En otras viñas han encontrado hasta 10 variedades, así que tienen trabajo que hacer y por largo tiempo. La microbiología es indispensable para seguir este trabajo. Hay que estudiar a fondo cualquier detalle que afecte a su evolución. Nos sonarán garnacha blanca, xarel.lo, picapoll, macabeo, monastrell, pero habrá otras que nos suenen menos como el trobat, el hebén, el sumoll blanc o la isaga.
Déjame probar y seguimos
Probamos cuatro de sus siete elaboraciones. Normalmente no hago notas de catas de los vinos de los que hablo, prefiero centrarme en el proyecto, pero en esta vez me permito esta licencia, porque son tantas las sensaciones y los matices, que no quiero dejar de verbalizarlos, porque en cierta manera es como volverlos a tener presentes.
Empezamos con La Pell espumoso, añada 2015. Chispas de cítrico con un ligero toque dulce. Un brioche denso y bien cocido. Mantequilla y manzanilla, pero también melocotón de viña del que acabas de coger del árbol. Carbónico muy integrado, un poco de sidral de limón. Recuerdos de meriendas viendo los dibujos en casa. Una suave fragancia de lemon pie y el recuerdo de la capa crujiente (algo tostada) de la parte superior que estamos deseando romper. Algo de espuma, de mouse cítrico. Pequeñas estrellas de mar en la lengua, subiendo y bajando ligeramente en la boca. Estamos delante de un método tradicional que parece ser un monovarietal de la variedad trobat (o turbat cómo dicen otros). A partir del 2017, la elaboración será ancestral. De esta maravilla hay 358 botellas.
Pasamos al Orange 2017, vamos bajando en producción, tan sólo 120 botellas. Encontramos vida en la copa, de manera literal. No sabemos exactamente que tenemos delante, pero nos parece una mezcla entre un zumo de naranja dulce recién exprimido, algo de mermelada de naranja amarga, pero también algún recuerdo de fruta de hueso, algo de albaricoque quizás. Este orange wine, es de sumoll blanc y pasa 5 meses en ánfora, de los cuáles entre uno o uno y medio con sus pieles. Evoluciona a un melocotón algo más dulce y jugoso. En la boca, nada de lo que podíamos esperar, es secante y salino, una auténtica joya marina. Me queda el suave recuerdo de aquellos melocotones de golosina que eran mitad de fresa y mitad de melocotón, lo esperabas dulce, pero al meterlo en la boca, el sidral te dejaba la boca completamente seca y ácida, una sensación de contraste muy definida de la que quieres repetir sin pensarlo demasiado.
El tercero es el blanco La Pell Saviesa, mezcla de 12 variedades que conviven en la viña. Hay casi de todas menos xarel.lo y garnacha blanca. Me lo acerco, lo huelo y me digo a mi misma: si fueras un postre serias un toffee. Elegante y cálido a la vez, un aroma casi de nata, de caramelo recién tostado. Es un 2013, se divide en tres partes iguales y hace crianza en inox, ánfora y acacia. La versión 2014 tiene 14 variedades, hagan apuestas señores de cuántas podría contener las posteriores. Cómo secreto os contaré que no os dejéis engañar si compráis una botella e indica macabeo, os estoy diciendo la verdad.
Acabamos con algo tan increíblemente fresco que me río sólo de pensar en la descripción de los vinos tintos que dicen que la estructura y la potencia forman parte de su ADN. Aquí tenemos 10 variedades, pasa 10 meses en ánfora y estamos ubicados en el año 2015. Tenemos delante El Pell negre. Auténtico perfume de flores, un cuenco de moras poco maduras, algo de regaliz rojo, un toque de regaliz negro, fresas del bosque recién cogidas, zarzamora puramente salvaje y un torrente de frescor en la entrada difícil de olvidar. Torrente fresco de un día de lluvia, algo de la tierra mojada que todos esperamos después de un caluroso verano, sensación de espacio sin límites.
Sergi nos comenta que al contrario de otros viñedos, en el suyo no hay grandes diferencias entre añadas porque lo más importante es la edad de las viñas. Son tan viejas, que la producción casi siempre es similar, y por supuesto muy poca, así que las condiciones climáticas le afectan lo mínimo en esta diferenciación.
En 2011 decidieron formar parte de Demeter con toda su línea base, y a partir de la 2015 ya lo son en La Pell. Hablamos de regulaciones, sellos y demás, pero él comenta abiertamente que lo de querer formar parte de la organización es como una exigencia para ellos mismos, saber que tiene a alguien detrás que les vaya diciendo pequeños detalles a mejorar. Me parece una genial autocrítica. Este año, en los Premis Vinari, han sido escogidos como Mejor Proyecto Ecológico 2018, y quizás sólo pueda parecer un título más, pero creo que es la manera de comenzar a sonar en círculos menos expertos, pero consumidores al fin y al cabo.
Al acabar, nos pregunta cuál nos ha gustado más y que es lo que esperábamos. Hay algunas opiniones dispares, pero todos encajamos un mismo pensamiento. Está claro que si lo que buscan es el equilibrio entre la recuperación de variedades y la elaboración de vinos con personalidad propia, este es el camino a seguir.
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