Etiqueta: alimentación

  • Segunda parte, ¿y cómo lo hacemos? Estrategias, riesgos y dificultades

    Segunda parte, ¿y cómo lo hacemos? Estrategias, riesgos y dificultades

    Debo confesar que me siento halagada y sorprendida por la acogida que ha tenido el artículo Recuperar la gastronomía, una cuestión de salud que escribí para Food Undercover. De hecho, se trataba de un texto que tenía pendiente hacía mucho, de manera que, aunque había sido ideado antes del verano -y puedo asegurar que sus raíces se remontan a antes de que escogiera estudiar para ser dietista-nutricionista-, de alguna manera recogió mis inquietudes y convicciones más recientes.

    A la vez, no obstante, soy consciente de que, en un texto que era introductorio y una suerte de declaración de intenciones, algunas de las ideas que presentaba no habían podido ser desarrolladas con la profundidad necesaria.

    Caroline Attwood

    Por esta razón, hoy querría presentar una segunda parte a ese artículo, que desgrane con mayor detalle algunas de las cuestiones clave. Además, la difusión que se ha hecho del texto me ha permitido entrar en conversación con varios lectores que me han expuesto su perspectiva y han confrontado algunos de los puntos tratados. Aspiro, pues, también, a que los siguientes posts aborden y den respuesta sus inquietudes.

    Tres son los aspectos principales que quisiera desarrollar: el peligro de convertir la gastronomía en un nuevo dogma, cómo gestionar condicionamientos fisiológicos (azúcar, bla bla) a la hora de recuperar la parte organoléptica y hedónica de la alimentación para poderlo hacer de manera saludable, y cómo podemos hacer esto en el mundo de la palatabilidad pornográfica. En este artículo me centraré en el primero.

    Mi propuesta de volver a apreciar lo culinario de la alimentación, más allá de los valores de salud, parte de algunos supuestos que tal vez no fueron suficientemente explícitos en el texto previo

    Mi propuesta de volver a apreciar lo culinario de la alimentación, más allá de los valores de salud, parte de algunos supuestos que tal vez no fueron suficientemente explícitos en el texto previo. El primero, es que apuesto por una concepción de la salud muy amplia, que incluye el bienestar psicosocial. Eso implica que no es tanto que le proponga al lector que se olvide de la relación entre alimentación y salud, como que la enmarque de una manera diferente.

    Interpretar un plato de comida en términos de kilocalorías, hidratos de carbono, grasas y proteínas (o de micronutrientes milagrosos) corresponde a una mirada centrada en la parte orgánica de la persona, en sus niveles de colesterol, su índice de masa grasa y su tensión arterial.  Cuando, además, en ese mismo plato vemos reminiscencias de lo que nuestra madre o abuela cocinaba, vemos una disposición de colores que nos resulta estéticamente agradable, o su olor despierta nuestro apetito, entonces estamos incorporando a la persona en su totalidad.

    Joshua Newton

    Ahora bien, así como en la primera parte de esta serie hablábamos, citando a Chul Han y a Cederström y Spicersu, del valor moral de la salud en el contexto actual, quisiera huir de hacer lo mismo con la gastronomía y la parte más culinaria: creo que en general es una buena manera de trabajar para muchos  -sobre todo en el momento social actual-, pero ni tiene que serlo para todos ni tiene que serlo siempre. Y este es el segundo supuesto. Me explico. Habrá quién disfrute de un plato de lechuga iceberg sin aliño mientras que una ensalada con mil colores le resultará difícil; y eso es bien.

    Habrá quién generalmente prefiera la ensalada con mil colores, pero habrá días logísticamente complicados y el plato de iceberg hará las veces de algo verde; y eso también es bien. En definitiva, recuperar la gastronomía tiene sentido en el contexto en el que hemos vanagloriado la salud biológica, dejando demasiadas veces de lado lo organoléptico y en el que hemos priorizado (relativamente obligados) la conveniencia y la rapidez ante el cocinado personal de los alimentos; pero todos le vamos a dar una forma diferente y también puede ser que haya a quién este planteamiento no le sirva.

    Todo lo que los dietistas-nutricionista y organismos relacionados decimos en redes, revistas, guías y demás se construye sobre una base poblacional

    Esto que intento deciros, de hecho, nos da de bruces con uno de los ejes – a mi manera de ver- más críticos de la comunicación en nutrición: lo comunitario versus lo individual. Virtualmente TODO lo que los dietistas-nutricionista y organismos relacionados decimos en redes, revistas, guías y demás se construye sobre una base poblacional. Es decir, y simplificando un proceso algo más complejo, se trata de aseveraciones que surgen de observar cómo se distribuye una conducta en la población (por ejemplo, el consumo de comida rápida, ser vegetariano o no) y cómo ésta se relaciona con la respectiva distribución de algún indicador de salud (por ejemplo, prevalencia de hipertensión, de anemia).

    A partir de aquí se hacen proyecciones acerca de cuánto debería variar la conducta “y” en la población para reducir o incrementar la prevalencia del indicador x”. Al hacer eso, se asume que (1) no todos los individuos harán el cambio, (2) no todos los que lo hagan lo harán de la misma manera, y (3) el efecto de hacerlo puede distribuirse de manera diferente. Esto es algo que Geoffrey Rose desarrolla con gran detalle en su libro The strategy of preventive medicine (Oxford Medical Publications, 1993), y que explica de manera muy amena porqué lo que le va bien a la mayoría -como grupo- no necesariamente va bien a todos. Dicho de esta manera, resulta bastante obvio, ¿verdad?

    Tengo claras dudas sobre el hecho que tener más información sobre nutrición mejore la manera cómo comemos

    En el fondo, mi recuperar la gastronomía refleja mis cuestionamientos personales sobre el imperio de la educación y conocimiento nutricional. Es posible que lo que voy a decir levante suspicacias entre compañeros de profesión, pero debo confesaros que tengo claras dudas sobre el hecho que tener más información sobre nutrición mejore la manera cómo comemos. Es más, creo que en algunos casos lo empeora -especialmente cuando la información proviene de fuentes dispares-, y que, si más no, racionalizar cognitivamente todo lo que comemos es, para la mayoría de personas, una carga mental innecesaria y que puede llegar a ser contraproducente. Al fin y al cabo, ¿cómo podemos disfrutar de lo que comemos mientras lo escudriñamos mentalmente cuál disección en el laboratorio?

  • ¿Somos los nuevos hombres del maíz?

    ¿Somos los nuevos hombres del maíz?

    En el libro del Popol Vuh, algo así como la Biblia de los mayas, el hombre es creado a partir de unos granos de maíz. Miguel Ángel Asturias, el premio Nobel guatemalteco, escribió su obra maestra, Hombres de maíz (1949), en la que recogía muchas de las creencias de los mayas, precisamente basándose en él. Los descendientes de los mayas que viven en Centroamérica todavía a veces se refieren a sí mismos como «el pueblo de maíz». La frase no pretende ser una metáfora. Más bien, está destinada a reconocer su dependencia permanente de esta planta “milagrosa”, el alimento básico de su dieta durante casi 9.000 años. Y de hecho, la cultura del maíz cruza, aún hoy, toda América del Sur.

     

    [ms_testimonial style=»box» name=»Popol Vuh» avatar=»https://www.foodundercover.us/wp-content/uploads/2017/03/popolvuh.jpg» byline=»El libro sagrado de los mayas» alignment=»none» class=»» id=»»]De maíz amarillo y de maíz blanco hizo [la divinidad] su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas… Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados…[/ms_testimonial]

     

    En cualquier caso las cosas han cambiado. Pensar que la adopción y sustitución de dietas y alimentos ajenos a los tradicionales de estos países por otros importados, especialmente los de la dieta omnívora más chusca y basurera, es algo que sólo se ha producido en determinados países limita con lo estúpido. Para los occidentales como nosotros y especialmente para los mediterráneos, para los que el maíz es una importación alimentaria y que hemos crecido unidos a una cadena  alimentaria muy distinta, no pensar en nosotros mismos como “hombres del maíz” sólo puede sugerir «o bien falta de imaginación o un triunfo, uno más, del capitalismo», tal y como dice Michael Pollan.

    Adam Kontor

    O tal vez un poco de ambas cosas, porque los auténticos templos del producto, de la variedad y de la posibilidad de elección que hoy en día representa un supermercado descansa en el maíz. No es simplemente que la alimentación de los terneros, los pollos, los cerdos -como mínimo si no en todos, en muchos países- se base en el maíz. Es que además el maíz es la fuente de la harina, el aceite,  las levaduras, los glicéridos y colorantes en los alimentos procesados y hay derivados del maíz que se usan para endulzar las bebidas gaseosas y darles color. El supermercado en sí, el yeso de las paredes, el linóleo, la fibra de vidrio es en gran medida una manifestación más del maíz.

    Hasta una cuarta parte de los productos que se venden en un supermercado contiene maíz. Al mismo tiempo, la industria alimentaria ha hecho un buen trabajo para persuadirnos de que todos esos productos artículos son diferentes, y que representan una auténtica variedad en lugar de reordenamientos inteligentes  y malvados de moléculas extraídas de la misma planta.

    Hoy el maíz es el cereal más plantado del mundo, pero no porque se haya hecho indispensable para los agricultores, sino más bien para las grandes multinacionales de la alimentación y nuestra necesidad de alimentos baratos

    Cómo esta planta peculiar, nativa de América Central y desconocida para el Viejo Mundo antes de 1492, ha llegado a colonizar nuestras tierras y organismos es uno de los mayores éxitos del mundo vegetal. Hoy el maíz es el cereal más plantado del mundo, pero no porque se haya hecho indispensable para los agricultores, sino más bien para las grandes multinacionales de la alimentación y nuestra necesidad de alimentos baratos.

    Gran parte de nuestra dieta ha sufrido un casi invisible proceso de maizificación, ya sea a través de los animales que lo comen como pienso sin tener en cuenta si es bueno para ellos o no, o bien después de que el maíz  haya sido procesado del mil formas posibles.

    Para que nos hagamos una idea…

    Del maíz se obtiene:

    [ms_list icon=»fa-check» icon_color=»#81d742″ icon_boxed=»yes» background_color=»» boxed_shape=»circle» item_border=»yes» item_size=»18″ class=»» id=»»] [ms_list_item]Fructosa 42: un jarabe edulcorante producido por un proceso de doble conversión enzimática que se usa en la fabricación de panificados y galletas.[/ms_list_item] [ms_list_item]Fructosa 55: cuyo destino principal son las bebidas sin alcohol.[/ms_list_item] [ms_list_item]Jarabe de glucosa: es un jarabe obtenido por hidrólisis incompleta ácida o enzimática del almidón de maíz. Se presenta en forma de solución acuosa concentrada y purificada que se utiliza principalmente en la fabricación de caramelos, chicles, jarabes medicinales y en general es usado como un inhibidor de la cristalización.[/ms_list_item] [ms_list_item]Dextrosa: se obtiene por despolimerización completa del almidón y posterior refinamiento y cristalización. Es un polvo blanco o cristalizado soluble en agua. Se la utiliza en toda la industria alimenticia como fuente de carbohidratos de alta pureza y como vehículo para sabores y colores. Se emplea en embutidos, productos cárnicos, mermeladas, conservas, fermentación, helados y también en la industria farmacéutica. [/ms_list_item][ms_list_item]Maltosa: es un jarabe obtenido por hidrólisis enzimática. Se usa en caramelería y en la fabricación de cerveza.[/ms_list_item] [ms_list_item]Colorante caramelo: es un producto colorante obtenido por cocción bajo condiciones especiales. Destinado a las bebidas de cola y a determinados alimentos y bebidas a los cuales confiere color.[/ms_list_item] [ms_list_item]Maltodextrina: es un polímero de dextrosa obtenido a partir del almidón por procesos enzimáticos.  Se utiliza  en la industria panificadora, para salsas y aderezos y en quesos. Aporta carbohidratos y realza los sabores.[/ms_list_item] [ms_list_item]Almidones: se emplean como aglutinantes, gelificantes (por su poder adhesivo) y encolantes, en las industrias papelera, textil, alimentaria y del cartón corrugado.[/ms_list_item] [ms_list_item]Gluten meal: Por su gran contenido de beta-carotenos realza el color en huevos y carne aviar.[/ms_list_item] [ms_list_item]Gluten feed: Se emplea en la preparación de raciones para bovinos y porcinos y alimentos para mascotas.[/ms_list_item] [ms_list_item]Germen: de él se extrae el aceite de maíz[/ms_list_item] [/ms_list]

    Y el éxito del maíz, ¿de dónde viene?  Para contarlo rápido. A los alimentos además de que nos nos maten, que sean saludables y de que haya, les pedimos que sean energéticamente eficientes. O sea, que la cantidad de calorías que nos proporcionan ellos a nostros, ellos las hayan conseguido producir a cambio de consumir una cantidad razonable de energía, pues al final las calorías no son más que eso, energía. Ya me perdonaréis lo torpe de la explicación, pero es que soy más de letras que el abecederario.

    De manera muy elemental, la historia de la vida en la tierra es la competencia entre las especies para capturar y almacenar tanta energía como sea posible, ya sea directamente del sol, en el caso de las plantas, o, en el caso de los animales, por el consumo de plantas y de otros animales herbívoros.

    Bart Heird

    La energía se almacena en forma de moléculas de carbono y se mide en calorías: las calorías que comemos, ya sea en una mazorca de maíz o de un filete, representan paquetes de energía, que un día fueron capturados por una planta. Pues bien, pocas plantas pueden fabricar absolutamente tantas calorías a partir de las mismas cantidades de luz del sol y agua como el maíz, que ofrece mucho a cambio de relativamente poco en términos de energía.

    El gran punto de inflexión en la historia moderna de maíz, que a su vez marca un punto de inflexión clave en la industrialización de nuestros alimentos -explica Pollan-, se puede fechar con cierta precisión un día de 1947, cuando una enorme fábrica de municiones en Muscle Shoals, Alabama, pasó de la fabricación de explosivos a hacer fertilizantes químicos.

    Los híbridos se introdujeron en la década de 1930, pero no fue hasta que se introdujeron los fertilizantes químicos en la década de 1950 cuando el rendimiento del cultivo del maíz explotó. El descubrimiento del nitrógeno sintético lo cambió todo

    Después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos se encontró con un enorme excedente de nitrato de amonio, el principal ingrediente en la fabricación de explosivos. El nitrato de amonio también puede ser una excelente fuente de nitrógeno para las plantas. Se pensó en rociar los bosques con el superávit de productos químicos, para ayudar a la industria de la madera, pero agrónomos del Departamento de Agricultura tuvieron una mejor idea: difundir el nitrato de amonio en las tierras agrícolas como fertilizante.

    Aunque los híbridos se introdujeron en la década de 1930, no fue hasta que se introdujeron los fertilizantes químicos en la década de 1950 cuando el rendimiento del cultivo del maíz explotó. El descubrimiento del nitrógeno sintético lo cambió todo.

    Y es que amigos, si habíais pensado que toda la vida dependía de cosas com el amor, el dinero, la salud o el sexo, no podíais estar más equivocados. Depende del nitrógeno, que es la piedra angular que en la que la naturaleza  ensambla aminoácidos, proteínas y ácidos nucleicos; la información genética que ordena y perpetúa la vida está escrita con tinta de nitrógeno. Pero el suministro de nitrógeno utilizable en la tierra es limitado.

    Hasta que el químico alemán Fritz Haber descubrió la manera de fijar el nitrógeno en 1909, todo el nitrógeno utilizable en la tierra había sido fijado por las bacterias del suelo que viven en las raíces de las leguminosas. Hasta 1900, la ciencia tenía claro que si no se encontraba la manera de aumentar el nitrógeno disponible, el crecimiento de la población mundial se estancaría.

    Lo mismo reconocieron científicos chinos unas décadas más tarde y probablemente fue lo que obligó a la apertura de China a Occidente a partir de 1972. Durante el viaje de Nixon, el primer gran pedido del gobierno chino fueron trece fábricas de fertilizantes, sin las cuales, China habría muerto de hambre.

    Más de la mitad de todo el nitrógeno sintético hecho hoy se aplica al maíz

    Cuando la humanidad adquirió la facultad de fijar el nitrógeno, la base de la fertilidad del suelo pasó de una total dependencia de la energía del sol a una nueva dependencia de los combustibles fósiles, porque el proceso de Haber se consigue combinando gases de nitrógeno e hidrógeno bajo una inmensa presión y calor en presencia de un catalizador. El calor y la presión se suministran a través de la electricidad y el hidrógeno se suministra por el petróleo, el carbón o, más comúnmente hoy en día, el gas natural.

    Liberada de las viejas restricciones biológicas, la granja ahora pudo empezar a  ser administrada bajo los principios industriales, como una fábrica en la que el maíz se adaptó brillantemente al nuevo régimen industrial. Más de la mitad de todo el nitrógeno sintético hecho hoy se aplica al maíz.

    Esos fueron los planes de dominación global del maíz, y esta vez salieron bien. Así que, ¡palomitas! y disfrutad del espectáculo.