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  • Mar-ina en el país de las Mar-avillas

    Mar-ina en el país de las Mar-avillas

    ¿Sabéis la cantidad de peces de proximidad de los que disponemos y de los que desconocemos los nombres? Alicia buscaba un conejo blanco en un bosque, nuestra protagonista busca peces en el mar, quizás no resultan tan diferentes estas dos historias.

    Muy probablemente, esta fue una de las preguntas que empezó a hacerse Marina Monsonís, cuando hace diez años empezó a ser consciente de la desconexión de la gente y su entorno. La Barceloneta se estaba convirtiendo en un barrio que estaba perdiendo sus raíces. El mar, un telón de fondo pero sin contenido de futuro.

    Marina Graffiti y sus Graffiti Receptes

    El primer graffiti que hizo fue en Baltimore (Estados Unidos) hacía el 2008. En un barrio muy afectado por un proceso de gentrificación muy agresivo, un grupo decidió ocupar un terreno urbano en desuso y lo convirtieron en huerto, lo bautizaron cómo Participation Park. Marina quería colaborar con ellos, aportar un pequeño grano de arena. ¿De qué manera podía hacerlo? Decidió entonces, plasmar en una de las paredes una receta de gazpacho, relacionando las verduras que crecían en el huerto con el entorno. En ese preciso instante nacían, de manera natural, los Graffiti Receptes, pero sólo era el principio. Artista visual de vocación, aunque no especializada en la pintura ni en el graffiti, visualizó en esta técnica dos aspectos interesantes que le servían para comunicar. Por un lado era una técnica que permitía involucrar a los jóvenes y por otro lado era una manifestación artística con gran visibilidad.

    En Barcelona, un graffiti realizado por alumnos de la escuela Salvat Papaseït, fue el pistoletazo de salida en la ciudad condal. El dibujo era una receta de Chacho, una receta de barca, de rancho, de supervivencia. Alquimia de la pura. Buscaba un proyecto que generara alianzas, que fuera compartido, colectivo. Dos objetivos la acechaban: conectar personas, experiencias y a la vez que esta conexión provocara una reflexión sobre la sociedad, la política y la interconexión de ambos conceptos. Casi nada, ¿verdad?

    Cuéntame tu receta, yo dibujo tu historia.

    Cuándo Marina se ubica definitivamente en la Barceloneta, esas pequeñas obras de arte que ocupan espacios casi de manera espontánea, no son suficientes.  Su idea se amplia y, a parte de sus murales foodies, en su cabeza empieza a dibujarse un plan. Volcar la esencia que esconde en su imaginario, empieza a convertirse como un proyecto mucho más ambicioso.

    Podía haberlo enfocado de mil maneras, pero procedía de una cuarta generación vinculada con el mundo del mar de la Barceloneta. El comedor del sindicato de estibadores y estibadoras de Barcelona, uno de sus paisajes habituales. Ubicado cerca de la escuela del mar de la Barceloneta, bombardeada en el 1938, se convirtió en el decorado perfecto. Su telón de fondo la cocina y su attrezzo la reivindicación. Surge aquí la necesidad de explicar todo aquello que sus abuelos y abuelas cocinaron, defender las recetas de barca que los habían hecho felices y recuperar de este modo la conexión. Rediseñar el lugar, convertir en pedagogía la vida que allí había pasado, y que el eje central fueran los fogones, era de lógica pura.

    ¿Y que es aquello que casi todas las casas comparten en sus memorias? Un libro de recetas de las bisabuelas. Necesitaba recopilar todas aquellas fórmulas, que explicaran la vida de la gente del barrio des de los años 30 hasta la actualidad.

    Se trataba de convertir en un formato tangible y transportable, su proyecto de recuperación a través de las ilustraciones. Pero no se trataba de un libro convencional, en su mente el libro tenía vida. Narraría la supervivencia de aquellas personas en imágenes que hacen aparecer de manera sensata y lúcida a Clara Boserman.

     

    Míriam Clotet

    Nacimiento de los relatogramas

    Podemos decir que lo de Carla y Marina fue un flechazo ilustrado absoluto, y la verdad no es de extrañar. Carla participó en una cena de Marina y ese día empezó su primera ilustración. Marina visualizó en ese momento el formato final de su proyecto: contar lo que sucedía mientras sus personajes cocinaban. Carla se define como una relatora gráfica. Su intención se basaba en desgranar la sociedad y lo que en ella sucedía, a través de sus relatos gráficos. Se dieron cuenta que la gente se sentía un poco violenta o tímida cuándo sus preguntas se acompañaban de cámaras, grabadoras y otras tecnologías, pero sin embargo se sentían completamente libres si sólo se les seguía con un cuaderno.

    “Las relaciones siempre se basan en una memoria oral, en una geografía crítica radical, el diseño y el arte basados en el lugar”, dice Marina

    Carla había desarrollado la técnica del “Relatograma” años atrás. Era una técnica que trataba de sintetizar  una historia a través de textos y dibujos. En el caso concreto de Marina, primero llegaron las ilustraciones de las recetas de su padre, y luego otros elegidos del barrio con conexión directa a su biografía. Siempre con una intención latente: recuperar la memoria gastronómica que se estaba perdiendo y hacer una exposición fiel de la sociedad.  El cuaderno se había convertido en una palabra secreta para entrar en las cocinas. El relato visual transforma una receta en una historia no lineal que explica las situaciones políticas y sociales. Resulta más fácil hablar delante de un retrato culinario, los conflictos políticos se convierten en algo más llevadero, los problemas sociales parecen ver algo de luz al final del túnel ¿o no habéis arreglado (o intentado) medio mundo en una sobremesa un sábado con amigos?

    “Las relaciones siempre se basan en una memoria oral, en una geografía crítica radical, el diseño y el arte basados en el lugar”, dice Marina. Siempre con la intención de crear un proceso de comprender un lugar y generar alianzas en el territorio. ¿Y cómo bautizamos a este concepto?  La idea es que el libro tenga 20 recetas,  equivalentes a 20 historias diferentes. 20 personajes que ofrecerán 20 visiones del mundo a través de la cocina. El primero lo hicieron en el 2015 y para finalizar, sólo les quedan tres. Los temas restantes son: el Somorrostro, los pisos turísticos y la actual cofradía de pescadores. Su publicación está prevista entre el 2019/2020, y aunque su ritmo pueda parecer lento, Marina confiesa que cuando se entrevista con alguien pretende que sea lo más natural posible. No fuerza nunca una situación, la espontaneidad es la base de su proyecto y a veces esto no sucede cuando tienes un tiempo establecido. Por eso prefiere ser cauta, avanzar en equilibrio con los demás, no tiene ninguna prisa. Cuándo las cosas fluyen, las historias se ponen por si solas en su lugar, y todo adquiere la dimensión correcta en el momento exacto.

    Míriam Clotet

    La financiación de este proyecto lo realiza a base de eventos que produce en diferentes lugares, uno de ellos es el comedor del sindicatos de estibadores dónde yo la conocí. Realiza cenas de rancho, recetas de barca, de pescadores, recetas con memoria histórica. Busca siempre la receta con más bagaje cultural, y en sus talleres del centro cívico de la Barceloneta, pretende conectar al público más joven con el medio en el cuál habitamos. A través de la cocina ella reaprende continuamente su propia historia y quiere que tú también te impregnes de todo eso.

    ¿Nos hemos olvidado del mar? ¿O es el mar que se ha olvidado de nosotros?

    Para ella, uno de los problemas que vive la Barceloneta es el desplazamiento. Las políticas de la ciudad basadas en las reglas del 92 (las de las Olimpiadas), hoy ya no funcionan. “Nos hemos abierto mucho al mar, pero lo que deberíamos es reconectarnos, que el mar nos nutra y viceversa. Tenemos que ser capaces de aprovechar todos los conocimientos que tenemos. Volver a pensar en esos oficios históricos, pero que a base de innovación y aplicar nuevas tecnologías podríamos y deberíamos hacerlos crecer. Siempre con un sentimiento latente: el MAR como EJE VERTEBRADOR. Aprender de lo LOCAL y convertirlo en GLOBAL, y viceversa”.

    Su última colaboración, el proyecto La cuina en el MACBA. No hace falta que os diga, que en la primera semana ya se habían agotado las entradas. Su papel activo en diferentes temas sociales con un nexo común, la cocina, hace que también realice diferentes talleres en centros cívicos, participe en charlas y congresos de ecología y soberanía alimentaria. Participa activamente en proyectos pedagógicos, hace residencias artísticas y colaboraciones con La Massana, la BAU, la Universidad de Denver California de verano, etc.

     

    ¿Queréis más?

    Y a los más curiosos, os dedico esta lista de peces de proximidad que Marina compra a los pescadores de la Barceloneta, apuntad: gat, bisu, rata, canana, brótula, sarg, esparrall, malarmat o arnés, viret, pagell, cinta, moixina, etc. Todo esto lo estamos perdiendo por el camino debido a desconocimiento por un lado y a la falta de comercialización por el otro. Recordadlos por favor, de esta manera colaboramos un poco todos al no olvido.

    Y si lo que queréis es aprender a cocinarlos, apuntaros a un curso de Marina, quién casi por arte de magia (e insistencia) se ha convertido en la historiadora gastronómica de la Barceloneta por excelencia.

    Además,  nace “L’Aixeta” una asociación sin ánimo de lucro con el objetivo de fomentar la cultura en el sentido más amplio. Con esta plataforma se pretende facilitar y dar soporte a proyectos artísticos, sociales y culturales para que la conexión con el público sea mucho más directa y productiva.  Su link directo https://graffitireceptes.aixeta.cat/ca, Graffitireceptes compartirá mensualmente recetas, historias, consejos e informaciones sobre la cocina y el pescado de proximidad.

    Entrad en su universo y dejaros llevar por su pasión y convertiros, sin daros cuenta, en un trocito de historia viva de una Barcelona más local (y global a la vez) que nunca.