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  • Desaprender

    Desaprender

    Durante uno de los servicios de esta semana, me vi diciendo esto a un cliente: “… y este vino es como un chiquillo en verano, que corre por un campo sin parar, con esa alegría de las vacaciones.” No me avergoncé, pero sí me quede pensativo. Por segundos claro. Hay que reaccionar con una sonrisa. Estás de servicio. Quizás últimamente piense mucho. Tener una sucesión de cambios repentinos en tu vida, que la ponen del revés y vuelven a resituarte, es lo que tiene. Qué piensas.

    He pensado en mi anterior y actual pasado. He vuelto a pensar. He pensado en lo mucho que este mundo del vino me ha enseñado. Lo aprendido, mucho, en un camino de poco más de año y medio y, he empezado a desaprender.

    Lihn Nguyen

    Durante otra conversación con mi hermano, le pregunté si había cambiado de perfume. En efecto, había cambiado. Qué lo hubiera adivinado le causó impacto y risa. Me preguntó que cómo lo sabía, algo. Quería saber exactamente el por qué. Le respondí que había cambiado hacia un perfume de alta gama, lo que suscitó su siguiente pregunta. Qué cómo podía saber eso. Para mí era fácil, los perfumes de alta gama suelen ser más fuertes en general y suelen utilizar un tipo concreto de “guía” olfativa. Así que me retó a que le dijera la marca, acepté y le dije tan sólo dos marcas de margen. Acerté. Dior. Se rió de mi, y mirando al cielo con la nariz me dijo: «Eres un sabueso».

    Me recordó a alguien muy cercano a mi, que siempre me ha dicho eso mismo. «Eres como un perro, todo el día olisqueando…» Muchos de mis amigos también me lo dicen. Incluso me he encontrado yo mismo oteando el horizonte buscando el rastro de un olor interesante.

    Este pensamiento viene al hilo de una conversación. Hablando de hortalizas, y sobre todo de frutas, salió a colación mi niñez en el pueblo. Nací en Sant Vicenç dels Horts. Pueblo que antiguamente era y según me dijeron, la huerta de Barcelona. Mi interlocutor me comentó que surtía de verduras, hortalizas y frutas a Barcelona. En ese pueblo es donde he crecido, donde pasé mi niñez y se crearon mis recuerdos. Sí, somos un sinfín de recuerdos. En mi caso olfativos.

    Durante años, he tenido la peculiar y grata cualidad de recordar cosas a través del sentido del olfato. No creo que sea el único, pero sí es algo poco normal en mi familia. En realidad incluso va ligado a una memoria casi fotográfica del momento. Pongamos, por ejemplo, una vez que rememoré con mi padre, un viaje a un puerto donde fuimos a pescar una vez. Según mi padre era  imposible que me  acordara, era demasiado pequeño. Al decirle cómo era todo aquello, descripción del lugar, puente, calles y los familiares que fueron, se quedó asombrado ya que él ni se acordaba. Esto con los olores me pasa. Para mi a veces es un juego. Otras es el mayor de los regalos. Poder evocar en mi memoria recuerdos ligados a esos olores. Me explico. Soy capaz de evocar el olor del ozono, el olor que siempre, desde pequeños, mi hermano y yo le damos al olor que traen las tormentas de verano. No sé si es verdad o mentira, pero decíamos que el ozono baja con estas tormentas y huele así. De esta forma, puedo recordar un verano de agosto. Nos fuimos a dar una vuelta y ese olor apareció. Tras él, una repentina masa de nubes negras gigantes. Fuimos a casa y desde el terrado contemplamos como se iba formando y como de cargado estaba el ambiente. Al final rompió la tormenta. También puedo traer dolorosamente el olor de mis perros, dolorosamente, porque los he perdido con el cambio. Es el mejor olor del mundo, estrechar a esos pequeños locos y que se inunden tus fosas nasales de su cariño. Duele y reconforta por partes iguales. Y así, con el mar, los ríos, el musgo, el jazmín… Un sinfín de olores. Luego hay otros que se me han resistido y eso me jode. No poder traer el olor de casa de mi abuela, el de su sonrisa… pero si el de sus sopas. Toda esta amalgama de sentidos y sentimientos llegaron a llevarme a una decisión. Desde hará ya unos cuantos meses, decidí no beber un vino haciendo cata exhaustiva. Sí. Me aburrían. Es un quién es quién regulero.

    Así que decidí desaprender. Llevo un tiempo disfrutando de una copa de vino por el simple y mero hecho de beberlo.

    Me explico. Esto sucedió durante las catas que yo daba. Veía que la gente se divertía más gracias a las anécdotas de vinos y elaboradores, que no catando un vino y desnudándolo hasta la partícula atómica. Las notas se aprendían mejor haciendo símiles con recuerdos. Esto para mí era muy fácil de analizar, ya que daba dos o tres catas por mes. Me fije en esto y me asaltaron las preguntas de siempre. Pensad que hacer una cata exhaustiva del vino, es profesionalizar un gusto.

    Zacariah Hagy

    Estamos para aprender sí, pero también para beber.  Así que decidí desaprender. Llevo un tiempo disfrutando de una copa de vino por el simple y mero hecho de beberlo. Está claro que algún análisis de algún vino se ha hecho. Pero los he intentado beber y disfrutar sin desgranarlos. Es por esto, que ahora me veo hablando con los clientes haciendo referencias a la bodega, bodeguero, al lugar donde se hace y haciendo símiles rimbombantes sobre chiquillos correteando por el campo lleno de flores. Porque siempre he dicho y diré que en la comunicación del vino se ha errado mucho. Yo el primero. Ya que me olvide hace ya tiempo que, primordialmente, la primera letra que escribí un día en un sitio público fue por mero y puro disfrute. Porque un buen amigo con el que me juntaba, con el que disfrutaba de una buena copa de vino me dijo. Haz un blog de estos vinos baratos tan buenos. Pero lo que perdí con el tiempo, lo que se quedó en el olvido fue el final de cada artículo de ese blog:

    ¡Disfrutad del vino, porque yo ya lo he hecho!

    Exactamente ese «porque yo ya lo he hecho», es lo que quedó en el olvido. Es imposible hacer que la gente vea el mundo como tú lo ves. La ecuación es sencilla. Nacemos con el don del olfato y lo perdemos porque nuestra sociedad está diseñada para perderlo como animales. También es imposible mostrar un mundo como el propio, ya que es un imaginario ligado a recuerdos, a puertas que puedes abrir con tan solo girar una maneta y traer esos aromas para reencontrarte. Entonces, ¿qué nos puede quedar? Es sencillo y lo tenia en mis narices. La pasión. La pasión por un mundo que en general me hace disfrutar como pocas cosas en él. Así que toca desaprender, toca volver a las raíces y toca seguir errando y reconduciendo. Pero ante todo, toca beber, disfrutar y compartir. Compartir el vino entre amigos, familiares y extraños, ya que es uno de los agentes sociabilizadores más preciosos que conozco.